La rueda

Se nos rompió el amor

ANTÓN LOSADA

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Unos prometen la independencia mientras aseguran que nada cambiará y la nacionalidad, el comercio o la Liga de fútbol seguirán igual. Otros avisan de toda suerte de catástrofes si no se vota como es debido porque las pensiones se las llevará el viento independentista y los ahorros se colarán por el desagüe secesionista. Otros se conforman con ofrecernos que sigamos juntos para echar juntos a Rajoy. Al primero que solicite el voto aclarándonos si tiene previsto emplearlo para gobernar y cómo lo haría deberíamos darle un premio, o al menos las gracias.

Lo más interesante y constructivo que ha salido de la campaña electoral más prescindible del mundo ha sido el baile de Miquel Iceta. No ayuda a decidir pero entretiene. Que es mucho más de cuánto se puede decir de las campañas de los demás. Felipe González se está quedando sin dictaduras y dictadores con quien comparar lo que sucede en Catalunya. Los abucheos a Rajoy van en el guion y en el sueldo de presidente del Gobierno, como los cortes de manga de Artur Mas. 

Un vaso es un vaso y un plato es un plato, contra eso no se puede debatir. En Escocia cuando los unionistas constataron que meter miedo había perdido toda eficacia tiraron de sentimientos y apelaron al corazón y a los recuerdos comunes. Aquí no hemos llegado a esa fase. Unos y otros se mantienen instalados en los relatos de ciencia ficción. La duda es si no nos ha dado tiempo, o ya no quedan ni sentimientos, ni corazón, ni recuerdos a los que agarrarse que no estén rotos o se puedan arreglar.

España empieza a parecer un artefacto que ya solo se sostiene unido por el coste de cancelar la hipoteca, como esos matrimonios acabados que no se separan simplemente porque no pueden pagarse el divorcio.