Gente corriente

Noemí Ferri: «Cuando un peón me toca las narices, lo mando a barrer»

Lampista vocacional y enfermera de ocasión.Nacida en Sant Boi, vive y trabaja rodeada de hombres.

«Cuando un peón me toca las narices, lo mando a barrer»_MEDIA_1

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Gemma Tramullas

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Empresaria y mamá, igual te pone un enchufe que una inyección. Por su dedicación y su honradez se ha ganado el respeto en uno de los últimosfeudos XY: la obra.

-Lleva casi 20 años poniendo enchufes. ¿A cuántas mujeres lampistas se ha encontrado en la obra?

-A ninguna. He conocido a una yesera, algunapaleta, pero lampistas que trabajen en la obra, ninguna.

-¿Y eso?

-No lo sé. Quizá desde las escuelas solo lo promocionan para los chicos. Cuando me saqué el grado medio en electrotecnia para tener el carnet de instaladora era la única chica en clase. En cambio, había mogollón de chicas estudiando Comercio.

-A primera vista, no parece muy atractivo. Lo de lampista, digo.

-He sido siempre muy curiosa y me gusta saber el porqué de las cosas. No me vale que me digan: «Pon tres cables aquí». Yo quiero saber por qué.

-¿Era un niña preguntona?

-Mucho. Un día en clase nos explicaron que la materia se destruye y al llegar a casa se lo conté a mi padre. «¡Mentira! -dijo él-. La materia se transforma». Y me puso de ejemplo una madera que se quema y da calor. Al día siguiente, se lo expliqué a la profesora, que exclamó: «¡Para! Ya lo aprenderás, aún no es el momento». Siempre he querido ir más allá.

-¿Si es lampista, es por su padre?

-Cuando era pequeña, trabajaba sábados y domingos y me llevaba con él a la obra o a hacer remiendos en alguna casa. Con 7 años, ya le ayudaba. Él quería que yo estudiara, pero lo de la luz me enganchó.

-¿Y cómo se lo tomó él?

-Pensó que, si me lo ponía difícil, yo desistiría. Mientras fui su aprendiz, me exigía mucho y no me pagaba.

-Pero usted erre que erre.

-Él veía que me gustaba, pero le angustiaba que me quedara sola, no porque no supiera llevar el negocio -porque yo estoy en la obra, hablo con los clientes y llevo las cuentas-, sino porque temía que, sin un hombre al lado, no me respetaran.

-Pero a los 17 años entró por primera vez sola en una obra llena de tíos.

-Jamás he tenido problemas, lo prometo, jamás. Ahora es cuando empiezo a tenerlos, desde que están los paquistanís. Tengo que darles órdenes y ni siquiera me miran a la cara.

-Los peones de obra tienen fama de ser poco respetuosos con la mujer.

-A lo mejor me han respetado más porque era la hija del jefe, no lo sé, pero siempre me han tratado como a uno más. En la obra solo he llorado cuando me he golpeado con un martillo, y nunca, nunca, nunca por lo que me haya dicho o hecho un compañero. Claro que yo siempre he ido con cuidado, peinada con coleta y a lo mío, sin mirar a nadie. Y mira que hay tíos buenos...

-Pero su marido es del gremio.

-No me enamoré de él en la obra, sino haciendo un remiendo en una casa: yo ponía enchufes y él, tochos.

-¿Nunca le han plantado cara?

-Yo soy de las que, si estoy haciendo cola en una tienda y alguien se cuela, no digo nada, pero en la obra grito. Es como si, por ser mujer, tuviera que demostrar más y ponerme más dura. Alguna vez me han llegado a decir cómo tengo que hacer mi trabajo, pero si un peón me toca las narices, lo mando a barrer. En mi casa barro yo, pero en la obra la que manda barrer soy yo. A mí por lo que me pagan es para poner la luz.

-Pero dice que de estos problemas ha tenido poquísimos.

-Ni siquiera es un problema. Lo que sí era un problema hace años es que no había lavabos en las obras. Cuando tenía el periodo era un rollo y si tenía pipí tenía que avisar a un compañero para que vigilara.

-¿Ha pensado alguna vez en cambiar de oficio?

-He pensado en cerrar.

-¿Por qué? ¿A 40 euros la hora no se gana muy bien la vida un lampista?

-Si yo cobro la hora a 40 euros, no trabajo. Hay una competencia desleal, pagas un montón de impuestos, trabajas y no sabes si cobrarás porque los impagos están a la orden del día… Da mucha rabia no llegar a fin de mes y ver cómo el que te debe dinero va en un Mercedes.

-¿Qué haría si cerrara el negocio?

-Cuando las cosas empezaron a ir mal, me puse a estudiar auxiliar de clínica y mandé dos currículos al hospital de Sant Boi, uno para mantenimiento y otro para enfermería. Me cogieron para enfermería y voy haciendo suplencias. Si saliera una plaza fija, quizá la cogería, pero mi vocación es de lampista.

-¿Su hijo quiere ser lampista?

-Está muy orgulloso de que su madre lo sea, pero quiere ser futbolista. Yo le digo que sí, pero con carrera.