NÓMADAS Y VIAJANTES

Netanyahu, el negacionista

RAMÓN LOBO

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La utilización partidista del Holocausto no es nueva entre los políticos de Israel. Sirve para bloquear cualquier crítica. Juega con la mala conciencia europea por su inacción (criminal) durante la matanza industrializada de seis millones de judíos. También fueron exterminados cinco millones de gitanos, izquierdistas, homosexuales y lesbianas de los que casi nadie habla.

Hubo un tiempo, en los años 50 y 60, sobre todo, en el que los sionistas más radicales repudiaban de alguna manera a los seis millones de asesinados por dejarse exterminar. Solo salvaban a los héroes del gueto de Varsovia; ellos, al menos, pelearon hasta la muerte. Esta visión contiene un mensaje implícito: si no somos los más fuertes, volverá a suceder.

El miedo a un enemigo genocida exterior cambiante (palestinos, Sadam Husein, Hizbulá, los árabes, Irán) es el factor que sostiene la difícil cohesión interna en Israel y explica la psicología de algunos de sus dirigentes. El objetivo no es paliar el trauma de la Shoah, sino mantener abierta la herida para que nadie olvide. La utilización de las víctimas no es nueva; es algo que sucede también en España.

Los historiadores más serios y reputados; es decir, aquellos que trabajan con los hechos probados y no con ficciones oportunistas, consideran falsa la tesis de que los palestinos fueron los responsables intelectuales del Holocausto. La reunión del muftí de Jerusalén con Hitler se produjo en noviembre de 1941, cuando la máquina del exterminio estaba en marcha. El Gobierno de Merkel ha recordado que la responsabilidad del Holocausto es exclusiva de Hitler y los nazis.

Uno de los defensores acérrimos de la culpabilidad palestina fue un historiador muy polémico llamando Benzion Netanyahu. La coincidencia del apellido con el del actual primer ministro no es casual, se trata de su padre. Era un sionista revisionista que tuvo, y tiene después de muerto, una gran influencia sobre su hijo. No se puede entender nada de lo que sucede en la zona sin Benzion.Los sionistas revisionistas son los que dirigen hoy Israel. Su objetivo es hacerse con la propiedad de toda la tierra bíblica, algo incompatible con la presencia en ella de millones de no judíos, sean palestinos-palestinos o palestinos con pasaporte de Israel. El actual Gobierno de Netanyahu es el más extremista de la historia israelí: sus ministros rechazan los acuerdos de paz de Oslo, la solución de los dos estados y la retirada de los territorios ocupados, según las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU nunca cumplidas por Israel.

Preparar la anexión

El objetivo de Binyamin Netanyahu no es reescribir la historia, algo que cuenta con muchos émulos en el mundo, sino deshumanizar aún más a los palestinos, preparar el escenario para la solución que defendió su padre: la anexión de Cisjordania. Esta vía conduce directamente a la Sudáfrica del 'apartheid', si es que no están ya en ella: un Estado xenófobo basado en la supremacía de una raza. Esto tendría muy poco que ver con la democracia.

Desempolvar el argumento del padre en un momento de gran violencia en las calles de Jerusalén Este y Cisjordania puede entenderse como una provocación, un intento de echar más gasolina al fuego. Es lo que parece, no lo que es. John Kerry ha entrado una vez más en el juego de la apariencia, no en la realidad. Se trata, como decía, de un paso más en un proceso que busca hacer inevitable la solución de un Estado judío puro que incluya Cisjordania y todo Jerusalén.

Todo se mueve hacia un peligroso callejón sin salida en el que Israel tiene mucho que perder a largo plazo: no se puede ser el más fuerte siempre, todo el tiempo. El largo plazo no es algo que presida las decisiones de Netanyahu.

El historiador Ilan Pappé, judío, israelí no sionista, afirma que si no se produce un cambio radical de política, una búsqueda de la paz con los palestinos primero y con sus vecinos después, Israel corre el riesgo de terminar como los cruzados dentro 50, 100 o 300 años: expulsados de Oriente Próximo. Hay otro historiador muy interesante que debería leer Netanyahu hijo, y nuestros lectores también. Se llama Shlomo Sand; su libro: 'La invención del pueblo judío' (Akal).

Junto a la guerra real, con armas y muertos, se viven otras guerras paralelas: la psicológica, de la que hemos hablado, y la de las palabras. Occidente sigue paralizado por la Shoah, temeroso de que le lancen la acusación de antisemita cuando los palestinos son tan semitas como los judíos. En esto Israel ha tenido más éxito que la OLP: ocupó la tierra, los miedos y las palabras.