Un negro futuro

Lo decía hace unos días Rafael Sánchez Ferlosio en estas páginas. A la pregunta de Juan Fernández sobre el futuro de las nuevas generaciones, el pensador romano (nació en Roma y cada día se parece más a un vencido noble de la urbe cuando dice que «todo es aburrimiento y vergüenza») advertía de que «el mundo camina hacia la destrucción». Más que advertirlo, lo afirmaba con su habitual contundencia. Es la sensación que tenemos después de haber repasado los augurios y las previsiones para el 2017.

En todas partes vemos catástrofes inminentes, sin contar las que vendrán sin haberlas advertido. Una mezcla de payaso del miedo y de guía espiritual de Occidente, sacudido por las ruedas de la fortuna de sus casinos, accederá a la presidencia de Estados Unidos dentro de 15 días. En los próximos meses, algunas elecciones pueden dibujar el panorama terrorífico del ascenso de la extrema derecha al poder. El planeta se calienta sin remedio y quien más podría hacer para evitarlo asegura que se trata de una falacia. Los integrismos quieren instalar regímenes del miedo, que generarán más rechazo y, en consecuencia, más integrismo. El escenario es desolador. Por ello Ferlosio habla con tanta crudeza y pesimismo.

    Vistas las cosas, todavía tendremos que fiarnos de aquella Merkel que pareció hace unos años la encarnación de la prepotencia capitalista. Reconozcámoslo: la política más digna y audaz contra la intolerancia tiene su firma. Por ahora, al menos.