El desafío independentista

La neblina de la incertidumbre política

Las elecciones del 21-D deben despejar las dudas que afectan a empresas y ahorradores en Catalunya

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ANTÓN COSTAS

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¿Por qué, de una forma casi masiva, empresas de todos los sectores han sacado sus sedes corporativas y, en algunos casos, sus sedes fiscales de Catalunya? ¿O por qué ciudadanos de todo tipo y condición han sacado sus ahorros de los bancos con sede en Catalunya y los han llevado a otros o a cuentas domiciliadas fuera? Y mirando a futuro, ¿que ocurrirá con las nuevas inversiones empresariales que estaban en estudio, tanto por parte de empresas ya existentes como de otras que estaban pensando en instalarse en Catalunya? ¿Mantendrán estas inversiones?

Las explicaciones que han surgido desde el entorno del anterior Govern de la Generalitat han insinuado que esa huida ha sido fomentada por el Gobierno central. Pero aun en el supuesto improbable de que hubiese sido así en algún caso, ese argumento no vale para el conjunto. Y, especialmente, no valen para explicar por qué muchos ciudadanos particulares, sin que nadie se lo dijese, han retirado o cambiado sus ahorros. Tiene que haber otra explicación.

Riesgo e incertidumbre no son lo mismo

Una forma más acertada de entender estas decisiones es analizando el efecto que tiene la incertidumbre política en las conductas de los agentes económicos. Para verlo, déjenme hacer una distinción entre riesgo e incertidumbre. Aunque son dos términos que en la conversación cotidiana utilizamos indistintamente, son conceptos económicos diferentes.

La noción de riesgo hace referencia a sucesos que son previsibles y que podemos anticipar (por ejemplo, un accidente de coche, que se queme nuestra vivienda, que se devalúe la moneda, etcétera). Para este tipo de sucesos existen datos históricos que permiten a los mercados privados (las compañías de seguros) calcular la probabilidad de que ocurran. Y, en la medida en que pueden hacer ese cálculo, nos ofrecen un seguro para cubrirnos de las consecuencias, pagando a cambio una prima por ese seguro. El riesgo, por tanto, no frena la actividad económica.

La incertidumbre es diferente del riesgo. Se relaciona con circunstancias en las cuales no podemos prever qué es lo que puede ocurrir. Como no lo sabemos, no es posible calcular la probabilidad de ocurrencia de esos sucesos desconocidos. Y al no poder hacer ese cálculo, los mercados privados no nos pueden ofrecer ningún seguro. La incertidumbre frena o cambia las decisiones económicas.

Como conducir entre la niebla

De forma metafórica, podemos imaginar la incertidumbre como una neblina que de pronto se pone delante de nosotros y no nos permite saber qué hay más allá. Imaginemos que vamos conduciendo por una carretera y que de pronto entramos en una zona en la que hay una densa niebla que no nos deja ver lo que hay por delante. Puede haber un coche parado en mitad de la calzada, que la carretera esté cortada o cualquier otro obstáculo peligroso. El hecho es que no lo sabemos. ¿Qué hacemos en esos casos? ¿Seguimos conduciendo como si nada o, por el contrario, frenamos  y aparcamos en el arcén hasta que se despeje la niebla? Y, si es posible, ¿no escogeremos otro camino sin niebla para continuar nuestro viaje?

Esto es lo que ha ocurrido en Catalunya en los dos últimos meses. Las decisiones políticas adoptadas el 6 y 7 de septiembre pasado, cuando la mayoría independentista aprobó las leyes del referéndum y de la independencia, introdujeron una primera oleada de niebla en las decisiones de los agentes económicos. El referéndum del 1 de octubre, el discurso del president Carles Puigdemont y la votación posterior sobre la DUI no hicieron sino aumentar la densidad de esa niebla. A la vez, algunos dirigentes de organizaciones políticas de la mayoría independentista llegaron a hablar de «corralito» para los depósitos de ahorro.

La prioridad del nuevo Govern

En esas circunstancias de elevada incertidumbre política, e incapaces de anticipar lo que podría venir después, tanto del lado de la política como de los mercados, no es extraño que tanto las empresas como los ahorradores hayan decidido trasladarse a otros lugares donde esa incertidumbre no exista o parar sus decisiones de inversión.

Mientras no se despeje esa niebla, la incertidumbre política seguirá afectando de forma intensa y negativa a las decisiones empresariales. Tanto a las de las empresas que ya están instaladas como a las que pensaban hacerlo. Y también a las decisiones de los ahorradores. Las elecciones del 21-D deberían servir para despejar esta niebla. Esa debería ser la prioridad de cualquier nuevo Govern. De lo contrario, las cosas seguirán empeorando