La clave
Nada será igual... en España
Juancho Dumall
Ha trabajado en las áreas de Política, Opinión y en la edición del fin de semana.
JUANCHO DUMALL
La desproporcionada, extemporánea y brutal respuesta del Estado este domingo al conflcito plantado por el soberanismo catalán con la organización unilateral de un referéndum de autodeterminación ha sido como una piedra en el estanque. Ha tenido consecuencias inmediatas en el centro del lago, Catalunya, donde la indignación con la actuación de las fuerzas de seguridad es unánime y donde la simpatía por el independentismo y, sobre todo, por el derecho a decidir acaba de subir varios escalones. Pero la ola amenaza con seguir su curso inexorable y envenenar la política española, primero, y las relaciones internacionales de España con sus socios europeos, después.
En España puede llevarse por delante el sistema político nacido de la Constitución de 1978, muchas veces glosado, con razón, como el periodo de estabilidad democrática más fecundo de la historia del país. De momento, el Gobierno del PP ha perdido el apoyo parlamentario del PNV –muleta para aprobar los presupuestos– y tiene difícil encontrar aliados, más allá de la insuficiente aportación cuantitativa y cualitativa de Ciudadanos, para abordar las profundas reformas que requiere un problema magnitud tan enorme como es el de evitar que la fractura catalana se haga irreversible.
La Restauración
Ante la actual imposibilidad de una reforma razonable, precisamente por el al parecer inabordable asunto de mejorar la posición de Catalunya, la Constitución de 1978 no tardará en convertirse en un artefacto inútil para el ordenamiento político del país y de su compleja estructura territorial. Al sistema democrático nacido tras el franquismo puede ocurrirle como a la Constitución de 1876 (régimen de la Restauración), manoseada por gobiernos miopes hasta su agotamiento y defunción en 1923, enterrada por un golpe militar.
El tercer círculo concéntrico de la gran ola desatada ayer hay que buscarlo por encima de los Pirineos. Las opiniones públicas de muchas democracias amigas difícilmente entenderán la profusión de porrazos, empujones y patadas en la culta, moderna, exitosa y muy visitada Barcelona.
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