Al contrataque

Nación aquí, nación allá

La propuesta de Pedro Sánchez para Catalunya, bienintencionada sin duda, parece al mismo tiempo un brindis al sol

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CRISTINA PARDO

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Pedro Sánchez ha explicado por fin su planteamiento para frenar el sentimiento independentista de los catalanes. El secretario general del PSOE aboga por aumentar las inversiones, revisar el modelo de financiación, modernizar el Estado de las Autonomías y conceder algunos títulos de nación. Yo, sinceramente, creo que Sánchez tiene buena voluntad. Me parece encomiable que el líder de los socialistas intente in extremis frenar el tren que se dirige a toda velocidad hacia el referéndum del 1 de octubre.

Otros no hacen nada y están sentados en la estación, viéndolo venir. Suponemos que tendrán un plan para cuando esté entrando, pero no sabemos mucho más. La propuesta de Sánchez, bienintencionada sin duda, parece al mismo tiempo un brindis al sol. Y lo creo así porque, a estas alturas, lo único que les valdría a los independentistas sería conseguir un referéndum pactado. Eso sería un alivio para casi todos ellos, que a estas alturas dicen cosas como que la participación en la consulta tiene que ser «masiva». ¿Y eso cuánto es? «De sentido común», ha manifestado el portavoz del PDECat, Carles Campuzano. O sea, que no tienen ni idea y tampoco se comprometen con ninguna cifra en concreto, no vaya a ser. 

Además, lo que llega desde el PSOE, siendo interesante, ha ido precedido de un auténtico guirigay. Pedro Sánchez dijo, en su anterior etapa como secretario general, que Catalunya no era una nación. Luego, una vez que le echaron del cargo, y para garantizarse el apoyo del PSC, dijo que sí, que era una nación. Después, amplió el concepto y Sánchez explicó que en realidad, «España era una nación de naciones»

Un concepto sentimental

En medio de este caos, algún socialista decía que la nación más antigua era Castilla y otro se quedó más ancho que largo cuando aseguró que, si ganaban los socialistas, Madrid sería una nación. Finalmente, esta misma semana le preguntaron a Sánchez cuántas naciones había en España, ahora que ya había presentado su plan para Catalunya. Y respondió: «Todas las naciones son España».

Los socialistas nos han explicado estos días que, en todo caso, sería un concepto sentimental («folclórico», según el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García Page), sin consecuencias políticas. ¿Entonces? ¿Eso para qué sirve? O sea, ¿va a contentar a alguien? ¿Puede una iniciativa puramente sentimental satisfacer a unas personas que a la misma hora están presentado la Agencia Tributaria de la futura Catalunya independiente? Tampoco tendría sentido que, por aplacar a los independentistas, Sánchez cabree a medio partido, más de lo que está ya. En todo caso, sí parece evidente que Rajoy tendrá que sentarse con alguien a hablar de algo algún día. O no.