Al contrataque

Música popular

En España hay pocas opciones para que se desarrolle un circuito fértil donde los músicos puedan actuar sin perder dinero

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

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¿Cómo nace una banda de rock? Hay lugares que son semilleros de grupos y la música brota más que en otros. En el Reino Unido, hasta los años 90, eran las ciudades industriales del norte. Los hijos de los obreros, incluso hijos de madre soltera como John Lennon o con adolescencias conflictivas como Dave Gahan de Depeche Mode, hallaban en la música un camino de expresión, de profesión, de inserción y de reconocimiento a su bagaje: la cultura popular. La música pop era una industria que podía absorberlos y donde podrían ganarse decentemente la vida y contar socialmente. Ahora las cosas no son así. El sector, especialmente en España, se ha transformado de tal modo que la música popular no llega a sus destinatarios. La que llega está manufacturada y dirigida desde la industria y la radio fórmula más conservadoras. Salvo en Radio 3 y excepciones semejantes en otras emisoras públicas, grandes músicos españoles de la última década no logran traspasar la barrera de lo que se ha dado en llamar fenómeno indie, es decir, independiente. Este año sacan disco músicos que admiro como Miren Iza con Tulsa o Ricardo Lezón con Viento Smith y McEnroe, pero descubrirlos requerirá un esfuerzo notable, a pesar de que lleven años en la brecha. Sus canciones apenas están presentes en los medios de comunicación generalistas, dan conciertos en circuitos poco publicitados porque, aunque parezca que vivimos una nueva era dorada de los directos, no es así.

Un circuito poco fértil

Ciudades como Madrid o Barcelona deberían estar llenas de salas para grupos grandes y pequeños, pero entre la normativa de licencias para locales, el IVA, el alquiler que cobran casi todos los garitos, hay pocas opciones para que se desarrolle un circuito fértil donde los músicos puedan actuar sin perder dinero. Lo dice el propio Lezónvivir de la música es imposible. En Getxo, su pueblo, hubo muchos grupos que, si hubieran tenido la opción, se habrían dedicado profesionalmente a la música, pero lanzarse a esa aventura es casi suicida.

Los perjuicios son grandes, cuanta menos variedad haya en nuestro menú cultural, más pobre de ideas será nuestra dieta. Pero es especialmente sangrante porque nuestro país rebosa talento musical y surgen cancioneros que todos mereceríamos tararear e integrar en el imaginario colectivo.

Que nuestra mejor música esté condenada a ser independiente, es decir, sin vínculo, es terrorífico y me hace pensar en las teorías de Owen Jones en su libro Chavs: La Demonización de la Clase Obrera (Capitán Swing Libros) donde explica la progresiva pérdida de prestigio y espacio de la cultura popular. Tengámoslo en cuenta si no queremos perder mucho más de lo que ya hemos perdido artísticamente hablando.