Opinión | Análisis

Sònia Gelmà

Periodista

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Lo imposible

Por razones que escapan a toda lógica, los argentinos siguen creyendo

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zentauroepp43998240 st petersburg russian federation 26 06 2018 marcos rojo180627204235 / EFE / ANATOLY MALTSEV

La esquela estaba escrita y el funeral, a punto, pero resultó que el muerto fue otro, Alemania. Antes, Argentina y Messi resistieron. De manera casi milagrosa si nos remontamos al panorama del pasado jueves. Y si miran el partido ante Nigeria, si miran esta primera fase, si miran las eliminatorias previas, coincidirán conmigo en que no hay ninguna opción de que Francia -incluso con sus problemas de juego- no les pase por encima.

Ninguna, es imposible. Vuelvan a afilar sus armas, preparen sus mejores calificativos catastrofistas, vayan escribiendo esa crónica de una muerte anunciada, porque no es posible que ese grupo de jugadores devorados por la ansiedad, comandados por un seleccionador desorientado, sea capaz de jugar bien a fútbol. Porque en realidad, pese a la victoria ante Nigeria, nada cambió.

No lo conseguirán, aunque por razones que escapan a toda lógica, ellos siguen creyendo. Que si Alemania ha caído contra todo pronóstico, que si España se salvó por los pelos, que si Portugal estuvo a un tiro desviado de quedar fuera. Cierto, pero lo de Argentina les supera, porque ellos desaprovechan al mejor. Consiguen, y tiene mérito, lo increíble: que Messi parezca peor y, sobre todo, que no mejore a sus compañeros. Pero ni siquiera en eso son infalibles, porque  al final el talento se encuentra con algo que no es un melón, y controla con el muslo izquierdo un balón que viene de ese mismo perfil y remata con la derecha para hacerles creer.

Los regalos de Mascherano

Pero el fútbol los va a echar a la calle en octavos. Como estuvo a punto de hacerlo en la clasificación. Como pudo pasar si Islandia hubiera ganado a Nigeria, o a Croacia. Como se hubieran ido a casa si Rojo, un central, no hubiera rematado como un delantero con su pierna mala a cinco minutos del final. O si Messi no hubiera hecho el primero. O si Nigeria hubiera aprovechado alguno de los regalos de Mascherano, su mejor cómplice, aunque la épica de su carácter y ese rostro ensangrentado pueda disfrazar la evidencia de un adiós no tomado a tiempo.

Y me dirán que sí, pero que ahí están, en octavos. A cuatro partidos de esa final en la que Messi no estará. Porque no se puede jugar peor. Porque no tiene equipo. Porque su columna vertebral la forma un portero de 31 años que juega de rebote -con el extenso palmarés de un partido internacional-, un mediocentro que pierde más que roba y un delantero centro objeto de escarnio público. Incomprensiblemente, viven. Y sobreviven, al desquicio de Sampaoli, a la confusión de Mascherano, a la deficiente puntería de Higuaín. A todos. Tienen a Messi, me dirán. Y yo les digo que no, que es imposible. Ingenuos. Pero apuesten ustedes contra ellos. Yo no me atrevo.