La rueda

La muerte de Pasolini, una relectura

OLGA MERINO

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Una tarde, antes del verano, compré en una librería un cómic tituladoEl caso Pasolini, deGianluca Maconi(Gallographics), picada por la curiosidad de que alguien fuese capaz de reconstruir un rompecabezas tan confuso como el asesinato del cineasta, poeta y escritor italiano mediante lo que ahora se ha dado en llamar novela gráfica. La casualidad ha querido que lo repescara de la pila de lecturas pendientes la semana pasada, justo cuando se cumplieron 35 años del crimen.

El cadáver dePier Paolo Pasolini,brutalmente apaleado, apareció en el astillero de la playa de Ostia, a unos 30 kilómetros de Roma, en la mañana del 2 de noviembre de 1975, pocas horas después de que loscarabinierihubieran detenido aGiuseppe Pelosi, un chapero de 17 años a quien el director había recogido en la estación Termini antes de la medianoche. El jovenPelosicumplió condena por el asesinato, pero en el 2005, durante una entrevista televisiva, se retractó de su declaración y afirmó que quienes mataron al cineasta fueron tres desconocidos que lo destrozaron a golpes gritándole «cerdo comunista» y «maricón» O sea, que bien pudo haber sido un crimen político.

El cómic retrata con sencilla eficacia cómo la Italia de los 70, la de losaños de plomo, atenazada por el terrorismo de Estado y el de las Brigadas Rojas, tragó con la versión más facilona de los hechos:Pasoliniperdió la vida al intentar violentar en un descampado a unragazzo di vita, uno de esos muchachos de la vida a los que tanto amó. El hombre de los pómulos huesudos, católico, comunista y homosexual, el intelectual polémico e incómodo que irritaba a todos, se había buscado el final que merecía. «Yo devoro mi existencia con un apetito insaciable. Cómo terminará todo esto lo ignoro», dejó escrito el director deEl evangelio según san Mateocon una lucidez escalofriante.

La pasada primavera volvió a exigirse en Italia la reapertura de la investigación, sin que hasta el momento haya habido resultados. La muerte dePasolinies sin duda otra de las medias verdades sobre las que caminamos a tientas.