Dos miradas

Muerte en condicional

EMMA RIVEROLA

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Ella ahora no mantendría su rostro hundido en el pijama de él, impregnándose de ese olor que ya no volverá. Su hijo no permanecería tumbado en la cama, tratando de dormir para despertar de la pesadilla. Su niña no estaría abrazada a su mejor amiga, ya sin lágrimas, aturdida, desorientada, perdida. Sus padres no reclamarían justicia a un destino que se ha burlado de la ley de vida. Y sus amigos no andarían buscándole entre las fotografías, incapaces de comprender que el próximo fin de semana él no acudirá al partido de futbol.

Su olor, sus caricias y sus palabras no serían un recuerdo. Ni ese café tomado a toda prisa, ni ese último consejo para el examen dematesdel pequeño, ni ese beso cotidiano de despedida. Tampoco una simple frase -ya traeré yo el pan- resultaría la más triste y dolorosa promesa incumplida. Nada de eso sería un condicional si se pudiera dar marcha atrás a las manecillas del reloj. Bastaría con tres segundos. Ese estúpido instante en el que sonó el móvil y su mirada se quedó prendida de la pantalla iluminada. Dudó entre responder o no. Más tarde le llamo, pensó. Y en ese cálculo se le acabó el tiempo. Cuando levantó la vista, ya sobrepasaba el arcén. Se asustó. Trató de rectificar. Pero la carretera buscaba otra víctima. Una más. Seis el último fin de semana. Más de 200 en lo que va de año en Catalunya. Demasiados condicionales derramados en el asfalto.