El cuerno del cruasán
Mourinho y la energía mental
Jordi Puntí
Escritor. Autor de 'Confeti' y 'Todo Messi. Ejercicios de estilo'.
JORDI PUNTÍ
No creo que se haya hecho nunca -ni se hará- un estudio sobre la cantidad de energía que nos hace gastar la afición al fútbol. No me refiero a la energía física de sentarse en un sofá, con los ojos fijos en la tele, mordiéndote las uñas mientras tu equipo ataca y ataca y el rival solo se defiende. Eso es lo de menos. Estoy pensando en la cantidad de energía mental -de neuronas, para decirlo más llanamente- que a lo largo de la vida sacrificamos por culpa del fútbol. A la mayoría de aficionados no les basta con seguir un partido y estar contentos si al final han ganado o alicaídos si han perdido. No, esos 90 minutos se expanden por delante y por detrás, se enlazan con el partido siguiente y demandan un gasto de energía mental que ríete tú deEinstein: queremos analizar las tácticas, repasar los goles, estudiar la clasificación, escuchar a los entrenadores, rezar al dios necesario para que nos respeten las lesiones…
El fútbol vive siempre en un presente fugaz, pero si nos gusta es porque a su vez es un largo ejercicio de memoria. Con cada partido revivimos nuestra infancia, esa levedad de convertirlo todo en un juego. Al mismo tiempo, nuestra obsesión nos obliga a recordar un montón de informaciones inútiles, y es aquí donde derrochamos tanta energía. Es normal que recordemos a nuestros jugadores favoritos, nombres que en el pasado nos hicieron felices, pero ¿qué gracia tiene, por ejemplo, que siendo del Barça me acuerde de un defensa del Valencia que se llamabaBotubot? ¿O de un delantero del Sporting llamadoCundi? ¿Por qué mi cerebro guarda nombres comoCaminero, Magdalenoo el entrenadorMaguregui?
Todo esto viene a cuento del Madrid-Barça del sábado. Me temo que el nombre de ese árbitro desastroso -Muñiz Fernández- me quedará grabado como una mala canción pegadiza, igual que en su día lo fueronLosantos Omar, Brito Arceo, Urízar Azpitarte…¡Cuánta, cuánta burla! De todas formas, si hay un nombre al que no quiero dedicarle más actividad cerebral, es el deMourinho. Su rueda de prensa tras el partido fue un ejercicio de cinismo que los periodistas madrileños siguieron sin reaccionar. Quejándose todo el tiempo de tener que jugar con 10, como si elpenal y la expulsión deAlbiolno fueran justos, evitó que le preguntaran sobre su planteamiento defensivo y pobre, su juego de equipo modesto, que no corresponde a alguien que aspira a ganar todos los títulos.Mourinho, el cínico, el inventor de paranoias.
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