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Montserrat Ballús: "Ni libros de texto ni deberes, ¡Lego!"

En 1968, año de revuelta estudiantil, esta maestra y su marido fundaron una escuela en la que se hacía robótica

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zentauroepp42982550 barcelona 18 de abril de 2018 montserrat ball s maestra c180419140508 / Ricard Fadrique

Núria Navarro

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1968. Un año espasmódico. Montserrat Ballús (Barcelona, 1939), maestra, está embarazada de su cuarto hijo. A su marido, Josep Oliveras, le acaban de despedir de la fábrica de neveras Termofrígidus. Lo único que permanece en pie es la fe en el poder transformador de la educación.

¿Y con eso qué hicieron? Una vecina de Sants, que sabía de nuestras inquietudes sociales y pedagógicas, nos ofreció el traspaso de una academia. Era un piso de 150 metros cuadrados en Collblanc. No teníamos dinero, así que pedimos un crédito con la idea de abrir una escuela experimental abierta a todos. L’Horitzó.

Al franquismo no le gustaban mucho los experimentos. Donde hay coherencia, hay verdad. Después de muchos viajes a Madrid, y muchas explicaciones, Franco firmó el permiso.

¿Cómo de 'experimental' era la escuela? Nos interesaba el método de Célestine Freinet [creador de la Escuela Proletaria], basado en el 'tanteo experimental' [los aprendizajes se efectúan a partir de las propias experiencias]. Pero él no trabajaba con niños pequeños, así que adaptamos su método, incorporando elementos de Montesori, para niños de 3 a 6 años. Planteamos a los pequeños la 'reunión trabajo': el niño trae un objeto y el grupo debate sobre él. Y en los 80 fuimos los primeros en hacer robótica con piezas de Lego que traíamos de Lausana.

¿De Suiza? Y trajimos tintas e imprentas –una vez nos las requisaron en la frontera, creyendo que hacíamos panfletos–; y visitamos escuelas en Francia y Escocia. Nada de libros de texto, ni asignaturas, ni deberes.

Cuénteme un caso de éxito. El de un niño que se movía mucho y que hoy diagnosticarían de trastorno de déficit de atención (TDH). Vi que le apasionaba mirar mapas. A partir de ellos, le enseñé a leer, matemáticas, geometría, botánica.

Entendían la 'excelencia' de otro modo.  Es mejor un carpintero feliz que un ingeniero neurótico, ¿no cree?

A todo esto, era madre de cuatro niños... Y por las noches preparaba la comida para los maestros y llevaba las ollas en capazos. No tenía ayuda en casa y los niños nunca fueron sin un botón cosido. Siempre nos los llevábamos en la 'roulotte' cuando íbamos a impartir cursos. Nunca deseé otra cosa.

"Es mejor un carpintero feliz que un ingeniero neurótico, ¿no cree?"

Creció en el Raval. En la calle de les Carretes. Mi padre era albañil y mi madre, encuadernadora. Yo era tímida y el barrio me daba miedo. A los 14 años ya trabajaba de dependienta, pero una maestra me dio opción de hacer el examen de ingreso. Logré una beca, hice Magisterio y ejercí en la Escola Vil.la Joana de Vallvidrera para discapacitados intelectuales. Era feliz en ese trabajo.

¿Qué pasó? Que conocí a Josep en una misa de Fin de Año. Los dos éramos de Pax Christi. Él trabajaba en el consulado de Japón y estudiaba Historia. Nuestra idea era casarnos e ir a París, para que pudiera sacarse el doctorado en la Sorbona. Nos instalamos en una habitación de casa de mis suegros y me quedé embarazada.

Eran gente de fe. Nunca impartimos religión en L'Horitzó.

De L'Hospitalet se instalaron en el paseo de la Bonanova, que no es mundo obrero... En el lado mar del paseo hay mucha gente como la de L'Hospitalet. En 1981, con el cambio en la alcaldía, tuvimos que dejar el espacio de la antigua fábrica de muebles de Santa Eulàlia que nos habían cedido. Fue duro. Tuvimos que volver a pedir créditos. 

Tres cuartas partes de su vida dedicadas a la escuela. ¿Y ahora? Josep murió el año pasado. Me cuesta aceptarlo... Era un hombre muy avanzado. Vivo en El Bruc, donde atesoro su biblioteca de más de 5.000 libros, y vengo a la escuela mucho menos de lo que quisiera.