Montejurra 76: crimen sin castigo

La amnistía de 1977 impidió investigar la trama que atentó contra el carlismo de izquierdas

XAVIER CASALS

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El 9 de mayo de 1976, hoy hace 40 años, se celebró la primera concentración carlista de Montejurra (Navarra), tras la muerte de Franco. En ella el sector mayoritario de asistentes, que era socialista y se alineaba con la oposición democrática, se enfrentó a otro minoritario y ultraderechista, con elementos armados y apoyos oficiales que podrían incluir al entonces presidente del Gobierno Carlos Arias. El episodio se saldó con unos 30 heridos y dos muertes sin que nunca se aclarase, como exponemos a continuación.

¿Por qué era importante Montejurra? Este monte era lugar de cita del carlismo desde 1954, cuando se inauguró un Vía Crucis en memoria de los requetés que lucharon en la guerra civil y se celebraba anualmente una misa en la cima. Pero con el tiempo la romería adquirió un signo antifranquista, pues el carlismo, un movimiento que desde el siglo XIX se asoció a una dinastía contrarrevolucionaria y que se sublevó contra la Segunda República en 1936, conoció una mutación a fines de los años 60. Su origen radicó en la pésima relación existente entre la familia real carlista y Franco, que se rompió en plena guerra civil.

DOS HERMANOS, DOS CARLISMOS

En 1937, Javier de Borbón-Parma, que entonces era el príncipe regente carlista, manifestó a Franco su rechazo a un sistema fascista, lo que le valió su expulsión del país. En 1952 don Javier se autoproclamó rey como Javier I y en la concentración de Montejurra de 1957 su primogénito Carlos Hugo se proclamó príncipe de Asturias. Este último lideró un cambio profundo del movimiento desde 1968. Se constituyó un Partido Carlista, que asumió un socialismo autogestionario. En 1972 Carlos Hugo viajó a Yugoslavia, y en 1975, a China y a Cuba. En el seno del movimiento esta evolución fue rechazada por un colectivo ultraderechista que acaudilló el hermano menor de Carlos Hugo, Sixto Enrique. Ambas facciones toparon en la celebración de Montejurra de 1976.

Los incidentes empezaron antes de subir al monte, cuando un seguidor de Carlos Hugo, Aniano Jiménez, fue herido por el disparo de un partidario de Sixto Enrique; murió días más tarde. Una dotación de la Guardia Civil se interpuso entre ambos sectores y los asistentes del Partido Carlista iniciaron el ascenso a la cima para celebrar la misa, uniéndoseles Carlos Hugo (cuya entrada al país estaba prohibida). Pero en la cumbre estaban Sixto Enrique y un grupo de seguidores. Hubo nuevos disparos y murió otro carlohuguista, Ricardo García Pellejero

¿ASESINAR A CARLOS HUGO?

La jornada acabó con el sangriento balance citado y fue imposible desentrañar lo ocurrido. Cuando el juez de Estella dictó una orden de búsqueda y captura contra Sixto Enrique, el Gobierno Arias lo expulsó del país sin interrogarle. La amnistía decretada por el Gobierno de Adolfo Suárez en 1977 exoneró a los responsables de los actos. Los 11 volúmenes del sumario 1874/76 se extraviaron y los dos fallecidos no fueron reconocidos víctimas del terrorismo hasta el 2003. 

Sin embargo, ese año el general José Antonio Sáenz de Santamaría explicó que lo acaecido en Montejurra respondió a una maniobra de altas esferas: la Operación Reconquista. En ella estuvo implicado quien entonces era director de la Guardia Civil, Ángel Campano, y su meta era convertir a Sixto Enrique en único líder del carlismo, eliminando políticamente a Carlos Hugo y su partido. Campano explicó a Sáenz que el Gobierno conocía el plan y tenía supuestas «bendiciones» de Arias, Manuel Fraga (ministro de Gobernación) y Juan Valverde (director de Inteligencia, el SECED).

CRÍMENES TODAVIA IMPUNES 

¿Cómo interpretar el episodio? Cabe pensar que altas instancias del régimen quisieron acabar con la alternativa dinástica que encarnaba Carlos Hugo. Al menos este fue el resultado, según Fraga: «En Montejurra […] había dinamita bastante y explotó aquel día y, gracias a Dios, [...] quedó definitivamente resuelto el problema de la sucesión monárquica en España». De modo significativo, el Partido Carlista no pudo concurrir a las primeras elecciones de 1977 porque no fue legalizado y en 1978 Carlos Hugo renunció a reclamar el Trono. 

Por nuestra parte, añadimos que quizá hubo un objetivo oculto: asesinar a Carlos Hugo. Aquel día la niebla impedía ver a más de 10 metros y el príncipe carlista, al subir al monte, vio que bajaban herido a García Pellejero con «dos o tres balazos en el pecho» y pensó que los autores de los disparos erraron de blanco: en lugar de atacar a su comitiva, se centraron en la del sacerdote que dirigía el Vía Crucis. Miguel Ángel García Pellejero atribuyó también la muerte de su hermano a esta causa: «Creo que le confundieron. Con la boina roja y aquel día de niebla, flaco y espigado como era Ritxar, pensaron que se trataba de Carlos Hugo», manifestó. ¿Fue así? Lo ignoramos. La única certeza es que los crímenes quedaron impunes y Montejurra 76 es aún un misterio de la Transición.