Tú y yo somos tres
La Diada de las alucinaciones
Ferran Monegal
Crítico de televisión
Ferran Monegal
FERRAN MONEGAL
Cada año resulta más delirante la mirada televisiva sobre la Diada del Onze de Setembre. Siempre les recomiendo a ustedes que hagan el sano ejercicio de mirar varios informativos. Y que comparen como queda retratada la realidad según la óptica de cada cadena. En esta ocasión no lo aconsejo. El estrabismo que les entra con la Diada es tan tremendo y contradictorio, que nos puede sobrevenir esquizofrenia.
El premio al arranque más bestia se lo llevó, como cada año, Eduardo García Serrano, triste estrella de la caverna del grupo Intereconomía, que comenzó diciendo: «¡En Catalunya volvió a suceder! Un año más el 11 de septiembre se convirtió en otra jornada de traición a la unidad de España y exaltación de sentimientos de odio». Es una cantinela conocida, hasta monótona, pero dicha con la voz encabritada, en la meseta produce su efecto. Por fortuna tiene un audiencia residual, o sea, que a poco personal acollona.
No es el caso del Telediario 2 de TVE-1 que, aunque ha perdido mucho crédito, todavía congrega a 1.450.000 personas. Su inicio fue una imagen de la manifestación con un gran rótulo debajo que ponía: «Según las Guardias Urbanas, han acudido a las marchas 800.000 personas. En 2015 fueron 1.400.000». Y añadía el presentador, Pedro Carreño, no diré que con satisfacción, pero sí que parecía disfrutar considerablemente: «¡Un 40% menos de gente que el año anterior!». O sea, ¡toma! Hombre, esta mirada de TVE es curiosa. El año pasado no dieron por buena, de ninguna manera, la cifra de 1.400.000 asistentes. Este año, sí. Este año, la cifra del 2015 les conviene para que les salga el contraste que les reconforta.
En TV-3 era todo diferente. El TN vespre fue un oasis de alegría y devoción. En realidad, toda la cadena llevaba días calentando la Diada, impulsándola, desde Els matins hasta el Divendres. La cobertura de la jornada fue un despliegue colosal. No retransmitían el evento: formaban parte de él. Desplegados por Barcelona, Lleida, Berga y Salt, las fuerzas informativas se fundían en un glorioso agitprop. Más que periodistas, eran alegres tamborileros. A cada golpe, a cada batec, parecían tocar el cielo. Ilusionados, hacían bajar de él la idea un paraíso estupendo en el que seremos tan felices que esto va a ser la pera.
¡Ahh! Las cadenas transforman la Diada en una alucinación. Cada una a su manera. Ante golpe televisivo tan fuerte y bipolar, recomiendo un buen antipsicótico.
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