DOS MIRADAS

Momento Maragall

Ernest Maragall hizo en el Parlament el discurso de su vida, digno y robusto, con «sentimientos imparables» y con una «creciente suma de razón y de razones»

Ernest Maragall, en la sesión constitutiva del Parlament.

Ernest Maragall, en la sesión constitutiva del Parlament. / periodico

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Desgarbado y cargado de hombros, desairoso y sin la apariencia de un héroe patrio, como quien no quiere la cosa, revolviendo papeles y haciendo valer su condición de viejo de la tribu, sin necesidad de demostrar nada, convencido de pertenecer a la larga tradición de luchadores por la democracia frente a las fuerzas que la quieren sometida, Ernest Maragall hizo el discurso de su vida, digno y robusto, con «sentimientos imparables» y con una «creciente suma de razón y de razones». Protagonizó el MM, el Momento Maragall. Y tiene razón Arrimadas cuando dijo que Ernest es «el más veterano» del Parlamento. Y no tiene razón cuando piensa que hizo un mitin partidista, porque Maragall no hablaba de convicciones ideológicas sino de principios elementales. Como luego afirmó con contundencia Roger Torrent, no se trata de imponer sino de convivir en democracia.

Y para que esto sea posible, era necesario que Ernest Maragall mencionara que vivimos en una sociedad «diversa y compleja» y que no hay ninguna vía que no sea la democrática, el «contraste vivo y directo» con la ciudadanía. Pero también que hablara de Historia y de historias, de la única «normalidad aceptable» (la del debate y el diálogo, no la de la represión), y de Catalunya como sujeto político, de indignación y del Estado que «sabe derrotar» y «sabe imponer, humillar y castigar». Y era necesario, en el Momento M, que Ernest recordara de dónde venimos y que son los catalanes los que cogen «las riendas de su destino».