ANÁLISIS

Momento económico delicado

GUILLEM LÓPEZ-CASASNOVAS

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En la coyuntura económica actual confluyen distintas aristas de preocupación. China está reestructurando su economía y exhibe un apalancamiento que pone en evidencia unas pautas de crecimiento poco sostenibles. Brasil está contagiando a buena parte de su área de influencia, y el run-run de que la crisis financiera puede volver a conectar con la economía real aumenta la angustia. En cuanto a las contingencias posibles, es más que probable que la elevada liquidez general de los países desarrollados genere nuevas burbujas.

La recuperación de Europa aún pasa por una fase incierta.  El gran hermano alemán registra una capacidad de financiación récord del 9% sobre su PIB, y pese a ello este ahorro no se traduce en nuevas inversiones dentro o fuera del país, que sería el efecto locomotor que Europa está deseando. Se puede pensar que esa inversión no es necesaria porque su economía ya va funcionando sin que quepan nuevas oportunidades; pero dejar de invertir fuera de Alemania puede indicar que se duda de la zona euro. A la vez, se constata un creciente antieuropeísmo de quienes no encuentran para tanto ahorro una retribución adecuada. Por ello Draghi y el BCE son señalados como culpables. Fondos de pensiones y grandes aseguradoras se lamentan por la escasa rentabilidad de sus inversiones, sin unas ganancias que permitan pagar pensiones o cubrir el seguro de un siniestro.

Y es que hasta ahora, el BCE ha deteriorado su balance inundando el mercado de liquidez con garantía colateral dudosa. Como los alemanes no se sienten beneficiarios de esa situación, sino que pueden ser perjudicados, culpan al BCE. Ya no es el gobierno o un consejo de sabios conservadores quienes protestan para proteger  al contribuyente alemán, sino que son los mismos pensionistas y ahorradores que se rebelan. Ello es carne de populismo: desconocen que parte del éxito exportador y generador de ahorro se debe, precisamente a su pertenencia a la UE.

En España se desacelera la economía. No puede sorprender, porque la había acelerado el consumo interior, primero el público en etapa electoral, y luego el privado. El gasto de los consumidores no se debe tanto al margen que propicia la bajada de tipos para los endeudados, o la evolución a la baja de los precios de la energía, sino a cierta reaparición del crédito al consumo. Un endeudamiento de poco volumen, pero que afecta a muchos. Justo lo contrario de lo deseable.

Por su parte, los bancos lucen más por sus balances en libros que por sus cotizaciones. Lo refleja la prima de riesgo y así el precio de la acción está muy por encima del rendimiento que se espera del negocio. Dado que cobrar comisiones por servicios tiene un límite, la diferencia entre el precio de las acciones y su rentabilidad se puede estar trasladando a las empresas con quizás una mayor exigencia de rentabilidad de los créditos. Con esos argumentos, la banca justifica nuevas concentraciones. Esta es una cuestión controvertible porque el sector tiende al oligopolio, a la vez que desaparecen oficinas en muchas zonas, lo que pone en entredicho la protección del que ha gozado el sector bancario por su supuesta  función social.

El impasse de nuevas elecciones españolas no parece que haya limitado por el momento el crecimiento económico, pero todo puede cambiar si se sigue así hasta septiembre. En cuanto a Catalunya, que ha sido acusada de ser la principal desestabilizadora de la economía española, resulta que hoy crece por encima de la media. Para unos, indica que los mercados no se toman en serio la secesión; para otros, que la confianza en una economía fuerte está por encima de cualquier riesgo político gestionable. En este sentido, es significativo que los mercados manifiesten más inquietud ante Podemos que ante el proceso catalán. Si en Catalunya los 'cupaires' no determinasen la acción de gobierno, ¿se imaginan qué oasis sería Catalunya para los inversores, a la vista de la alternativa española? Pero la política no se hace para agradar a los mercados sino para servir a la sociedad.