Adiós a una cárcel con mucha historia

La Modelo, hacia un modelo distinto

El cierre de la prisión barcelonesa ha de impulsar el cambio que deseamos y alentamos en el ámbito de la ejecución penal

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SONIA FUERTES

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Las despedidas siempre nos duelen aunque se ansíen. Con esta frase Arthur Schnitzler nos muestra cómo, a pesar de desear algo, en el momento del adiós nos surgen siempre las dudas, las emociones, los miedos. Por inverosímil que resulte, probablemente algo de eso nos ocurre cuando abordamos el cierre de la Modelo.  

No es este un fenómeno nuevo en el ámbito que nos ocupa. Los aspectos concernientes a la ley, al castigo y a la privación de libertad son siempre altamente sensibles y extremadamente complejos. Nos ponen a prueba como sociedad y nos enfrentan también a nuestras inseguridades y a nuestras limitaciones. Los factores racionales y los emocionales resultan en ocasiones excesivamente entremezclados y dificultan un análisis más sereno. El reto es siempre poder ofrecer una mirada distinta.

HISTORIAS DE SUFRIMIENTO 

La Modelo forma parte de nuestro escenario urbano desde 1904. Muchos años ya. Sus muros han albergado historias de distinto signo, todas ellas teñidas de sufrimiento y vertebradas en torno a la privación de libertad. Una situación que nos cuesta entender a aquellos que nunca la hemos vivido. Algunos de nosotros nos hemos aproximado a ella desde el rol profesional. Otros se han mantenido de alguna manera al margen. Pero la Modelo es en algún punto, no tengan duda, historia de todos y todas.

Podríamos dar cuenta de los distintos momentos acontecidos en la institución. Desde la represión política, especialmente cruenta durante la dictadura franquista, hasta los momentos de la reivindicación por parte de COPEL, Coordinadora de Presos en Lucha. Más de 1.600 ejecuciones en el periodo comprendido entre 1939 y 1953; las imágenes de Lluís Companys entre barrotes; los presos encaramados en los tejados; el hacinamiento…  La Modelo es todo eso y mucho más. De ese 'mucho más' queremos hablar hoy, a modo de despedida y también de homenaje.

LA REINSERCIÓN POSIBLE

Los años 80 suponen un tímido principio de inflexión que, poco a poco, va concretándose en una manera diferente de hacer y concebir el castigo. No tanto como punición, sino al mismo tiempo como oportunidad. La voluntad, firme y decidida, de muchísimas personas contribuyó a generar algo que hoy todos compartimos: la ilusión y el compromiso por hacer de la reinserción un principio posible. Con las dificultades que suponga, con las reservas necesarias. Pero también con la determinación indispensable.

Fueron años de trabajo intenso, con todos los estamentos implicados y con las entidades del tercer sector social, que se hicieron cada vez más presentes no solo en el medio abierto, sino también en el medio intrapenitenciario. Con voluntarios, con profesionales. Colaborando en programas de tratamiento de adicciones, en medidas penales alternativas, en acompañamiento a una vida en libertad.

En esos años la población carcelaria vio cómo prácticamente se doblaban sus cifras. De 4.749 internos en 1990 se pasó a 10.741 en el 2010. La preeminencia de la encarcelación como medida de castigo llenó nuestras cárceles de personas que probablemente hubieran merecido otras medidas. Y, en paralelo, funcionarios de vigilancia, personal sanitario, docentes, juristas, equipos de tratamiento y cuadros directivos, entre otros, impulsaron un cambio en la mirada reivindicando un abordaje diferente. Una justicia más restaurativa que punitiva.

Y en esa historia de la Modelo, esta es la imagen que queremos también preservar en esta despedida. Porque es la que nos permite encarar el cierre, que se aventura complejo por algunas incertidumbres y por todos los cambios que pueda comportar, con cierta esperanza. Aunque no ha de ser ese el único motor que nos aliente o nos impulse. Atender a la situación de cada uno de los colectivos implicados es tarea ineludible, pero también lo es recuperar el espacio que hoy ocupa la prisión para el barrio, posibilitar un uso diferente. La fuerza de esa imagen debe también sostenernos.

La Modelo no fue nunca el modelo que Bentham pretendía para el castigo de las almas. En todo caso, podemos hacer de su cierre la metáfora del cambio que deseamos y alentamos en el ámbito de la ejecución penal. Un cambio que hemos iniciado ya, que va más allá de sus muros, que concierne a la ciudadanía, que requiere de racionalidad, de respaldo político, de capacidad innovadora, de sensibilidad. Este ha de ser el espíritu que nos guíe en este último capítulo de la Modelo. Una vez más, con la valentía necesaria.