Mayoría es mayoría

Mariano Rajoy y Albert Rivera se saludan al inicio de su encuentro, el miércoles en el Congreso.

Mariano Rajoy y Albert Rivera se saludan al inicio de su encuentro, el miércoles en el Congreso.

XAVIER BRU DE SALA

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Un fantasma recorre España. Otro campa por Catalunya. El PP pretende exprimir sus 137 diputados para obtener el mismo néctar concentrado de poder que de 176. Si no lo consigue, terceras elecciones, de las cuales espera obtener un rédito igual o superior a las segundas. Junts pel Sí y la CUP actúan como si el independentismo fuera mayoritario en la calle. Está a dos puntos de conseguirlo, pero al paso rupturista que lleva es difícil que supere la barrera del 50%.

Por mucho que se emperre Rajoy, aunque llegara a meter tanto miedo a Albert Rivera y Pedro Sánchez que consiguiera superar la investidura con el sí del uno y las abstenciones imprescindibles del otro, no dispone de mayoría parlamentaria, ni de muchas posibilidades de conseguirla, y menos aún estable. La hostilidad de los socialistas es manifiesta, hoy por hoy unánime entre los barones en activo, y ha atravesado el punto de no retorno. Ciudadanos insiste a blandir la hacha sobre la cabeza del PP, como si bastara cortarla para realizar su función vital de muleta de la derecha.

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En Catalunya sí que hay mayoría de escaños para aprobar lo que convenga, sobre todo a la CUP, a pesar de que esta mayoría se limita prácticamente a desafiar a los poderes del estado y aproximarse a paso a un ensayo de rebelión controlada. Acelerar en esta dirección es la condición imprescindible, y ya veremos si suficiente, para garantizar el apoyo de la CUP a Puigdemont. En casi todo lo que no sea avanzar hacia la desconexión, la mayoría se deshace como un bolado. Si en septiembre se llegara a reforzar la alianza, sería para dar el pistoletazo de salida a una final de legislatura a pocos meses vista que comportara el asalto a la independencia con todas las fuerzas al alcance, insuficientes sin nuevas incorporaciones.

Las dinámicas a las Cortes y en el Parlamento son de signo opuesto, pero el fantasma de la mayoría inexistente marca en los dos casos el rumbo de la acción política. Rajoy se mueve como si la tuviera que obtener por las buenas o por las malas. El independentismo catalán aprueba resoluciones como si dispusiera de la mayoría social para validarlas en las urnas.

Rajoy es un Quijote que pretende imitar el milagro de los panes y los peces pero con votos. El independentismo parlamentario es un Sancho Panza a las puertas de la ínsula Barataria. Don Quijote, emperrado en ver el mundo distorsionado, no rectificó jamás, por mucho que sufriera un amargo revolcón tras otro. Sancho Panza es la voz de la cordura y el realismo, pero ello no le impedía soñar día y noche, sin cesar, que llegaba a ser gobernador de un territorio imaginario. Quizás ninguno conseguirá su propósito, quizás un sí y el otro no. O tal vez los dos, a base de retroalimentarse, se saldrán con la suya. Pero con mayoría. Siempre con mayoría.