pantallas

Miles de coches

MIKEL LEJARZA

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Recuerden. No hace muchos años, los televisores eran cuadrados, su señal llegaba por antenas y cada noche veíamos sentados  junto a los nuestros lo que un programador había decidido que teníamos que ver. Hoy las pantallas son rectangulares, en alta definición, están conectadas a la red por la que llegan miles de contenidos que podemos elegir en que momento y donde contemplar, al mismo tiempo que compartimos su uso con nuestros amigos estén o no a nuestro lado.

Las audiencias se miden de manera distinta, la publicidad se vende de modo diferente y aunque Mercedes Milá sigue presentando el Gran Hermano, lo cual es un mérito innegable, es evidente que las cosas han cambiado radicalmente. Pero lo que se anunciaba como un apocalipsis se define ahora como «la edad de oro» de la televisión, basándose en una cantidad nunca vista de buen producto creado y producido por el número cada vez mayor de jugadores del sector.

Porque si hay que contarlo con un único titular, este sería que ahora todo el mundo quiere ofrecer contenido audiovisual. Y en eso consiste la gran diferencia, la esencial. Cuando los televisores eran cuadrados, el contenido audiovisual estaba solo al alcance de quienes tenían una licencia para emitirlo. Y ahora que hemos pasado de las ondas hertzianas a la distribución por internet cualquiera puede hacerlo y, además, lo necesita para poder competir.

Evidentemente, eso ha provocado la irrupción en el mercado de las compañías telefónicas, pero también de todos los grandes grupos que pugnan por el gran mercado que internet supone. Nada menos que unos 3.000 millones de usuarios en el mundo dispuestos a consumir contenido audiovisual sin frontera alguna.

Que nadie se asuste

Así que la cuestión se reduce a algo sencillo: el mercado es más grande, la competencia aumenta y con ella la oferta de producto. Malas noticias para los que lo ofrecen, pero excelentes para quienes lo consumen y también para los que lo producen. Porque a más series y programas, más calidad y variedad.

Que nadie se asuste con ello, pese a una competencia cada día mayor, la televisión generalista sigue gozando de una excelente salud tanto financiera como creativa y su consumo aumenta pese a que también lo hacen las nuevas formas digitales. Porque la televisión en abierto sigue siendo como el grifo del agua, todas las casas lo tienen.

Hagan ustedes el siguiente ejercicio. Salgan a la calle más transitada de su ciudad y cuenten los coches que pasan en diez minutos. Verán que han sido muchos y sin duda bastantes más que los que hubieran contado hace una década en el mismo lugar.

Pero también se darán cuenta de que entre todos ellos no habrá más de 15 marcas diferentes de automóvil y que estas son las mismas que encontraríamos en cualquier otra ciudad del mundo con sus modelos diferenciados según a que parte del público se dirijan.

En el audiovisual ya está ocurriendo lo mismo.