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La cruda realidad

MIKEL LEJARZA

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La taquilla del cine en el año 2010 en España fue de 642,7 millones de euros. El año pasado, pese al espectacular éxito de 'Ocho apellidos vascos', la cifra bajó a 522,5 millones. Más de 100 millones de pérdida en menos de un lustro es una cifra como para preocuparse seriamente. Pero, para algunos, todo es culpa del desorbitado IVA, que desde luego no ayuda nada; de los contrarios, del árbitro, del estado del césped y hasta de los postes... Pero las cifras son testarudas y, como siempre, permiten miradas distintas.

Hay quien destaca que la cuota del cine español fue del 11,1% en el 2010 y del 24,4% en el 2014, lo cual es síntoma evidente de mejoría del producto nacional y del trabajo de sus profesionales. Pero también es verdad que ello se debió a la película protagonizada por Dani Rovira y que este 2015 dicha cuota solo alcanza el 10,3% hasta hoy. Algo que cambiará drásticamente con los próximos estrenos de 'Anacleto', 'El desconocido, la nueva película de Amenábar, la segunda parte de los apellidos vascos y Palmeras en la nieve. Así que muy probablemente habrá buenas noticias a finales de año y titulares ensalzando la buena salud del sector.

Hablan las cifras

Pero volvamos a lo que dicen de verdad las cifras. En lo que llevamos de década, el cine español ha estrenado 987 películas que han recaudado 501 millones de euros en su paso por las salas, lo que da una media por largometraje de 507.931 euros, una cifra minúscula que muestra bien a las claras que solo con los ingresos por taquilla es un sector que no se sostiene; pero los datos son aún más llamativos cuando se contempla que solo los cinco títulos españoles más taquilleros de cada año, es decir 25 de las 987 (un 2,5% de las producidas), han recaudado 297,6 millones (un 59,3% del total).

Sin esas primeras cinco películas de cada año, la media del cine español para los restantes 962 filmes es de 211.682 euros por cada uno. Descuenten la parte correspondiente a exhibidores y distribuidores y lo que queda para los productores superaría escasamente los 70.000 euros.

Con esos datos, ¿tiene sentido producir más de 160 largos al año cuando la mayoría no parece tener ni el seguimiento del público ni la solvencia económica suficiente? ¿No sería mejor hacer el ejercicio inverso, estudiar cuál es la medida sostenible en lo económico y apostar por una menor cantidad y mayor solidez financiera y artística?

Parece evidente que sí pero, en un sector donde hay abundancia de buenos directores, excelentes guionistas, magníficos actores y brillantes productores ejecutivos, hay una clamorosa falta de empresarios dispuestos a invertir porque, con las citadas cifras, el cine dista mucho de ser un buen negocio. Este es el problema esencial y por ello haría bien la administración en legislar a favor de quienes más invierten en la producción y no en contra suya.

Y aquí nos encontramos con otra realidad. De las 50 películas españolas más taquilleras de lo que llevamos de década, todas, salvo cuatro, han tenido como socio a uno de los tres grandes grupos audiovisuales: Atresmedia, Mediaset y RTVE.