Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada

La salida de Messi al campo hizo que la cosas volvieran a su sitio

Messi celebra el gol del Sánchez Pizjuán.

Messi celebra el gol del Sánchez Pizjuán. / periodico

Jordi Puntí

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"Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos; la edad de la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos, pero no teníamos nada; caminábamos directos hacia el cielo y nos extraviábamos directamente por el camino opuesto...". Nadie diría que estas palabras fueron escritas en abril de 1859, y más bien parece que Charles Dickens presenció anoche el partido trepidante en el Sánchez Pizjuán, atento al destino del FC Barcelona.

En las horas previas, todos los medios habían destacado que llega el mes de abril y los azulgranas afrontan una montaña rusa de emociones y con todas las opciones intactas. Un mes que traerá eliminatorias de Champions, partidos clave en la Liga y una final de la Copa del Rey, precisamente contra el Sevilla. Parece, pues, que estamos cerca del mejor de los tiempos, que vivimos la época de las creencias y la era de la luz -que todo lo poseemos, o estamos a punto-. Y sin embargo empezó el partido frente al Sevilla y pronto dio la impresión de que el Barça jugaba con un levísimo retraso sobre la realidad, como si poco antes de empezar alguien hubiera tocado durante medio segundo la aguja del tiempo en azulgrana. Solo medio segundo, pero era suficiente para trastocarlo todo.

Así las cosas, no podía decirse que el Barça jugara mal, pero tampoco bien. Por culpa de ese miniretraso, los controles de Dembélé y de Iniesta eran casi buenos o casi malos, y los intentos de centro de Sergi Roberto y de Alba daban siempre en la pierna del rival... En el primer gol del Sevilla, Franco Vázquez encontró un lugar en el que durante ese medio segundo no había nadie, y la enganchó para celebrar gol.

Leo equilibra el tiempo

Los aficionados al Barça nos fuimos al descanso recordando que todavía era 31 de marzo, nada de abril, y que estábamos fuera del momento decisivo. Estábamos ante un accidente. Luego llegó el segundo gol del Sevilla y empezamos a recordar la segunda parte del pronóstico de Dickens. ¿Y si este era el peor de los tiempos? ¿Y si estábamos en la edad de la locura, en pleno invierno de la desesperación? Ante la lluvia de interrogantes, solo quedaba una opción: que entre Messi, vamos.

Al terminar ese gran partido, cuando el empate final a 2 señoreaba en el marcador, Luis Suárez apeló al sacrificio de todo el equipo, casi como un ejemplo de la Semana Santa de pasión en Sevilla. Pero la remontada preciosa se puede explicar de una forma mucho más sencilla: cuando salió a jugar en el minuto 58, Messi recuperó para su equipo ese medio segundo de retraso. Equilibró el tiempo. Los defensas empezaron a llegar al corte ante los ataques del Sevilla. El centro del campo tocó de nuevo, Suárez iluminó con el gol un remate que en el primer tiempo habría sido una pifia. Y al final incluso le dio tiempo a Messi para marcar ese segundo gol que, por su forma, se pareció al de la remontada del año pasado en el campo del Real Madrid (2-3). Y ya es abril.