La rueda

Memorias del Clot

JOSÉ MARÍA SANZ, 'LOQUILLO'

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Antonio Rabinad contaba desde 'El hombre indigno' que mi padre le cantaba tangos mientras le narraba sus días de cautiverio en los campos de Argelés y Miranda de Ebro. Decía que era un hombre bueno, que después de sufrir lo indecible a su vuelta solo quería casarse con alguna de sus hermanas, hasta que conoció a mi madre y consiguió ser feliz.

Rabinad también cuenta que el barrio a mi padre le parecía el paraíso después de la tragedia de la guerra. Los dos eran compadres, sus padres eran aragoneses, de Chiprana. Rabinad vivía en el primero primera, y mi padre, su hermano y mis abuelos en el segundo segunda de la calle de Hernán Cortés número 3 del barrio del Clot.

Todavía se pueden observar desde el exterior los impactos en la fachada de los proyectiles perdidos durante las primeras horas del alzamiento militar que dio origen a la guerra civil, unos hechos que el escritor nos describe en la que para mí es su mejor obra, 'El niño asombrado'.

El barrio del Clot fue de los primeros barrios en levantar barricadas, tal y como nos cuenta desde 'Los días rojinegros' otro de los grandes escritores barceloneses también criado en el Clot, Joan Llarch. Un testimonio crudo de la vida de barrio obrero por un adolescente que trabajaba, como la mayoría, en las fábricas cercanas. Aquí la CNT-FAI mostraba su poderío como fuerza sindical y sus líderes eran auténticos héroes populares.

Si la visión de Rabinad pasa por la desgarradora experiencia de la pérdida de su padre, miembro del Somatén y sometido a paseíllo, la de Joan Llarch nos describe el triunfo de la revolución que dejó a la República y a la Generalitat en jaque.

Antonio Rabinad y Joan Llarch son la memoria de un barrio símbolo de la nueva Barcelona, el Clot.