El epílogo

Mejor, imposible

ALBERT SÁEZ

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La Unesco ha tenido a bien proclamar de una tacada que loscastells, el flamenco, elCant de la Sibil·lay la dieta mediterránea son merecedores del título de patrimonio inmaterial de la humanidad. Mal día para fundamentalistas de las culturas nacionales porque no sabrán exactamente si reír o llorar. Y gran día para quienes pensamos que la cultura es una e indivisible, pero que solo puede vivirse desde sus manifestaciones singulares. Gran día también para la cultura popular porque se reconocen como universales manifestaciones culturales que han hecho vibrar a generaciones y generaciones detraginersdel cava, obreros de las minas y pescadores baleares. Y gran día también para los que han sabido convertir las recetas culinarias de las abuelas en el epicentro de un nuevo género de la nutrición y de la alta gastronomía. No disfrutamos de demasiadas buenas noticias como para pasar por alto tanta fiesta concentrada en una reunión de los sabios de la Unesco en Nairobi.

¿De qué sirve un título tan pomposo como el de patrimonio inmaterial de la humanidad? Esto de inmaterial ya nos deja claro que este premio no tiene recompensa. Pero sirve, y mucho. Primero, para recuperar siquiera sea por un día la autoestima. Estas locuras de subirse a hombros del vecino o de convertir el llanto en canto no son solo admirables porque sean nuestras, sino que desde la atalaya de la Unesco nos dicen que conectan con esta manía tan humana de vibrar con las cosas que ponemos en común. Porque eso es al fin y al cabo la cultura.

Y todavía más. El reconocimiento nos pone en el mapa. Como la misa del Papa en la Sagrada Família o las seis copas de Guardiola. Este tipo de etiquetas sirven para vender turismo, cultura o cualquier otro producto.

Propuesta federal

Lo que tal vez ignoran los sesudos de la Unesco es el favor que nos han hecho aprobando ambas propuestas a la vez. Por una vez, España ha defendido en un foro internacional su diversidad interna. Algo así podría ser la España federal si algún día la inventan. Lástima que muchos hoy solo hablarán de lo suyo, el flamenco.