Una zona clave de la política exterior comunitaria

El Mediterráneo también es Europa

El futuro de la UE está estrechamente relacionado con la capacidad de desarrollo de toda la región

ANWAR ZIBAOUI

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El 10 de septiembre, Jean-Claude Juncker presentó la nueva Comisión Europea que, una vez pasado este miércoles el examen del Parlamento, comenzará a trabajar el 1 de noviembre en un contexto de recesión económica, euroescepticismo y desconfianza en las instituciones. Estos factores dieron muchos diputados y alas a las opciones extremas y ultranacionalistas contrarias a la UE, desgastando el proyecto europeo. Es preciso, por lo tanto, el apoyo interno a una Europa unida y también respuestas políticas apropiadas y coordinadas ante los acontecimientos sociopolíticos que suceden en sus bordes geográficos.

Las divisiones y la falta de voluntad política, en las instituciones comunes de la UE y en los Estados que la componen, provocan su ausencia de la escena internacional, y la incomprensión de sus pueblos y socios. La UE está debilitada en el campo internacional por una década de declive estadounidense, por el aumento del populismo y el poco operante eje franco-alemán. Su papel en el vecino Mediterráneo, y en los conflictos allí presentes (Siria, Libia, Egipto, Turquía, Irán, Iraq o el contencioso palestino-israelí) es casi testimonial. Esto afecta al deterioro de los intereses, las relaciones, y la seguridad en toda la zona.

La macrorregión euromediterránea no se ha dibujado en la práctica. A pesar de las repetidas iniciativas por activarla y la compleja situación actual, Europa no debería considerar el Mediterráneo como una historia pasada o como la zona de amortiguamiento de emigrantes y turbulencias en África y Oriente Medio. El próximo año se cumplirá el 20º aniversario de la Declaración de Barcelona y el nacimiento de la Asociación Euromediterránea que se pronunció a favor de una zona común de diálogo e intercambio, Fue un hito importante, pero los objetivos de 1995 no se han cumplido.

Tres instrumentos de cooperación

Europa aún no apuesta por una visión convincente a largo plazo. Incluso la condición de socio avanzado obtenida por Marruecos es una motivación insuficiente para el sur. La UE dispone de tres instrumentos distintos para la cooperación con el Mediterráneo. Son el proceso de Barcelona -una asociación nacida en 1995 entre la UE y los 14 países que bordean el mar-, la política europea de vecindad -una política iniciada en el 2003 de la UE hacia sus vecinos-, y la unión por el Mediterráneo -una organización intergubernamental de 43 países nacida en el 2008-. Estas iniciativas tienen el mismo objetivo: transformar el Mediterráneo en una zona de paz, democracia, cooperación y prosperidad. Cada uno de estos planes es, sin embargo, estructuralmente diferente. Estos marcos parecen, a veces, contradictorios y crean confusión, por lo que urge fusionarlos en uno solo capaz de coordinar la cooperación entre la UE y sus socios mediterráneos. Por supuesto, cada país sigue la política que considera idónea para sus intereses. Especialmente las grandes potencias actúan de acuerdo con ese interés, y por lo tanto no hay obras de caridad.

La política de la UE afirma estar junto a la libertad y la democracia aunque estas declaraciones no se han traducido en acciones, como se ha demostrado con las revueltas populares en las orillas sur y oriental del Mediterráneo. Los vecinos del sur, que apostaron por subir al tren de la transformación a pesar del alto coste que representa para sus vidas y economías, se sienten solos en esta lucha. La UE está inmersa en una crisis política y económica, y ya se sabe que las democracias son débiles en tiempos de crisis. No es sorprendente que se prioricen los problemas internos u otros como el de Ucrania. Pero, ¿no resulta peligroso olvidarnos del Mediterráneo?

Una fuerte interdependencia

No puede Europa mantenerse ajena a lo que allí pasa. Su futuro está estrechamente relacionado con la capacidad de desarrollo de toda la región por la fuerte interdependencia y los múltiples canales de transmisión. En un Mediterráneo lleno de división, que se levanta cada día con conflictos que ya contaminan a la UE, no implicarse tiene un coste muy alto. Hay que superar los muros de incomprensión, herencias y conflictos que están hipotecando el futuro.

La Comisión Europea tiene una oportunidad para que el rol de la UE sea relevante como actor internacional. Oriente Medio, el Golfo Pérsico y África cercan geográficamente a Europa. Hay intereses económicos, energéticos y estratégicos obvios. La UE es el aliado natural de esta región, no solo por razones históricas, geográficas y comerciales, también como equilibrio en las relaciones EEUU-Rusia-China. La UE debe posicionarse como jugador, y no como mero socio financiero o apéndice de los otros. El Mediterráneo también baña las costas del sur de Europa, ambas regiones son mucho más que vecinos, y deberían ser propietarios de un futuro común.