Análisis
La mediatización de la campaña está servida
Lo que está en juego con la cita del 21-D es la reconstrucción de la convivencia
Argelia Queralt
Profesora de Derecho Constitucional de la Universitat de Barcelona y analista de Agenda Pública
ARGELIA QUERALT
El día que comienza la campaña electoral se confirma que estas van a ser unas elecciones extrañas. Los próximos 15 días los partidos intentarán convencernos de que su opción política es la mejor para Catalunya. Dos partidos lo harán sin que su cabeza de lista y otros candidatos puedan participar presencialmente en la campaña. Algunos no podrán estar porque el magistrado instructor del Tribunal Supremo ha decidido que se mantenga su situación de prisión preventiva incondicional. Otros, porque o seguirán en Bruselas o, tras la ejecución de la euroorden, serán conducidos muy probablemente a prisión.
Asistiremos a una campaña electoral atípica, que precede a unas elecciones sobre las que se vienen sembrando dudas interesadas desde el mismo momento en que fueron convocadas. Su convocatoria se hizo a través de la aplicación del artículo 155 de la Constitución, y algunos autores consideran que esta posibilidad excede el alcance de esta cláusula de cierre constitucional. Sin embargo, como ocurre con las actuaciones de los poderes públicos, se presume su adecuación a derecho. De no serlo, será el Tribunal Constitucional el que, en su momento, decida.
Superar el frentismo
La mediatización de la campaña y los resultados electorales está, pues, servida. En este contexto, la ciudadanía de Catalunya está llamada a votar el 21-D en unos comicios autonómicos de los que saldrán unos representantes que deberán elegir, a su vez, a la persona que deba ocupar la presidencia de la comunidad autónoma, en principio durante los próximos cuatro años (otro análisis merecerá la vida que quepa augurar a la nueva legislatura). Parlamentarios y Govern tendrán la nada fácil tarea de gobernar en una Catalunya con una población dolorida y enfrentada, con unas instituciones autonómicas maltrechas y con un grado de desconfianza en la política de aquí y de allí muy alto. Puesto en cifras, según el CIS, un 48’9% de catalanes piensan que la situación actual de Catalunya es peor que hace dos años, y un 25,6% piensan que es mucho peor. Un escenario nada halagüeño para un Parlament que se prevé muy fragmentado, en el que los acuerdos entre grupos serán imprescindibles y que encontrará su primer gran reto en la investidura de un president.
Por todo ello, es importante que en estas dos semanas de campaña electoral exijamos a nuestros futuros representantes propuestas concretas sobre políticas públicas que superen el monólogo de las banderas y la pugna de identidades. Debemos exigir que vuelvan a la política, que hagan propuestas para mejorar la vida cotidiana de la ciudadanía y que apuesten por medidas constructivas que superen el frentismo en el que llevamos ahogados meses, que ahora tiene forma de políticos presos o huidos y que antes tuvo forma de falta de diálogo y de respeto de la ley. Lo que está en juego es la reconstrucción de la convivencia, y ahí no valen victimismos ni grandes consignas. Es hora de hacer política en el corto plazo, no cortoplacista, para garantizar el futuro político de Catalunya en el medio y largo plazo.
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