Mayorías y minorías

Inés Arrimadas y Albert Rivera al inicio del acto de Ciutadans en el Moll de la Fusta.

Inés Arrimadas y Albert Rivera al inicio del acto de Ciutadans en el Moll de la Fusta. / periodico

Albert Sáez

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Vivimos unos días de intensa apelación a los derechos de las minorías. Es, sin duda, un síntoma de madurez. Es lógico, porque una de las cosas que está en juego es la manera de establecer qué ideas y qué proyectos son mayoría y cuáles son minoritarios y que en cualquiera de los escenarios deben y deberán ser respetados. Joan Coscubiela puso este asunto en el epicentro del debate en el Parlament. Y muchos no quisieron entenderle, posiblemente porque implícitamente le daban la razón. Mientras que otros quisieron apropiárselo, lástima que solo le aplaudieran la mitad del discurso.  

Si queremos entrar en este debate debemos admitir que el asunto no admite gradaciones ni mucho menos coartadas. Quiere decir que los derechos de las minorías no se respetan mucho o poco. O se respetan o no se respetan, porque lo principal que hay que garantizar es la igualdad de oportunidades y la misma existencia -política, social, cultural, no solo física- de quienes no forman parte de la mayoría. Una parte del catalanismo se ha reivindicado durante años como "minoría" en España (Minoria Catalana se llamaba el grupo de Pujol y Roca en el Congreso). Y muchos de los agravios que le han dado fuerza para traspasar el límite de la independencia han sido en base al menosprecio de una parte del sistema español hacia las minorías, también las nacionales. Por eso se queja y con razón Coscubiela, de que en el primer acto de plena soberanía que se pretende realizar en Catalunya no se haya sido extremadamente cauto en este punto. Como tampoco se entiende que quienes se llenan la boca un día sí y otro también revindicándose como representantes de la mayoría social apelen a su condición de minoría mientras alardean de que el Estado en el que sus ideas son mayoritarias les sacará del apuro.

Las mayorías en democracia se establecen en las urnas. Y quienes las administran deben proteger a la minorías. Eso significa no ganar pírricamente una votación en el Tribunal Constitucional recusando a un magistrado y bloqueando la sustitución de una vacante o saltándose el reglamento de un Parlament. Y lo uno no puede ser coartada de lo otro.