TIEMPOS DE MUDANZA EN EL VATICANO

La mayor reforma de Ratzinger

El Papa saluda a los fieles, desde el balcón del Vaticano, este domingo.

El Papa saluda a los fieles, desde el balcón del Vaticano, este domingo. / SR/mel

Rossend Domènech

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La dimisión deBenedicto XVI abre algunas perspectivas históricamente interesantes para el catolicismo y confirma algunos hechos.

Suabdicaciónsienta el precedente de que los papas pueden tener fecha de caducidad. Como quien dice que no son papas (para siempre), sino que ejercen como tales (durante un periodo). Esta circunstancia relativiza la monarquía absoluta vaticana.

Conlleva dos consecuencias. Acaba con el inconveniente de los pontificados largos.León XIIIgobernó durante 25 años y los últimos 10 desde una silla de ruedas (27 añosJuan Pablo II), pero la tradición electoral considera que unos 10-15 años son suficientes para imprimir una línea. Si un cardenal joven es un buen candidato, podrá ahora ser elegido sin problemas de que dure demasiado, porque bastará que se comprometa a dimitir. Sin tener que asistir, por méritos que comporte, a su lento envejecimiento y tal vez agonía.

Por otra parte, si ser Papa es un cargo temporal, probablemente la jerarquía católica y el nuevo Papa se vean obligados a introducir cotas de lo que laicamente se llamaría democracia: una mayor descentralización de la estructura, mayor autonomía de las iglesias locales, con el consiguiente mayor protagonismo de los obispos y quizás una mayor libertad de conciencia de los católicos. Ello que podría obligar a los papas a viajar más a menudo y a residir durante algunos períodos en lugares distintos del orbe católico.

Además, los católicos deberán estudiar si el hecho no de ser papas sino de ejercer como tales constituye un cambio tan radical como para modificar una característica, casi la única, que de hecho impide la reunificación de los católicos con anglicanos y ortodoxos.

Más allá de las razones históricas contingentes, estos se separaron por la supremacía que los obispos deRoma se otorgaron por encima de los demás. Los anglicanos tienen ahora como jefe formal --una mayúscula anomalía también-- a lareina de Inglaterra.Las iglesias ortodoxas se autogobiernan, con un patriarca-jefe para cada una de ellas y todas juntas reconocen a una especie de papa, pero que es solo un 'primero entre iguales', lo que los obispos de Roma, sucesores desan Pedro, no habían aceptado nunca.

Juan Pablo IIescribió enla encíclica 'Ut unum sint', dedicada a la unidad o reunificación de las iglesias cristianas, que el papado debía ser modificado, pero que él no se sentía con fuerzas para ello y que dejaba la tarea a su sucesor.Joseph Ratzinger no ha tocado el tema, porque se ha concentrado en las premisas: limpieza y volver a creer. "Si no se cree en Dios, todas las reformas serán ineficaces", dijo. Por paradoja, su dimisión tal vez constituya ahora su mayor reforma.

La abdicación deBenedicto XVI confirma también algunos hechos. En lenguaje laico, podría decirse que el Papa ha dimitido porque su línea o política habría fracasado. Más allá de piadosas hipocresías o ingenuidades del momento, no le han seguido su propio gobierno ni sus mismos fieles, principalmente los de los países ricos, mientras la Iglesia de Roma perdía parte de su autoridad moral en el tablero internacional. Curiosamente,Joseph Ratzingerha presentado su renuncia al comienzo de la cuaresma, tiempo de penitencia y purificación para el catolicismo, propiciando de hecho que el nuevo Papa sea elegido para la pascua de resurrección. Una noble esperanza.

Las circunstancias del mundo actual son tales que es necesario un Papa con más vigor, ha dicho Joseph Ratzinger al anunciar su dimisión. Curiosamente, tras informar de la dimisión, el acto más importante delsecretario de Estado, cargo equivalente al de un primer ministro, ha sido preocuparse por el dinero y nombrar al presidente del IOR o banco vaticano. Huelgan los comentarios y las referencias al nivel de confrontación que probablemente se producirán en la elección del sucesor.