Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

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Masculino, femenino y otras chorradas

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Una  niña de siete años escribió a una conocida cadena de ropa, de cuyo nombre no quiero acordarme porque aquí no hacemos publicidad gratuita a firmas comerciales.

La niña ha dicho que quiere ser modelo de ropa de niños para demostrar que las chicas también pueden llevar esa ropa.

Esta noticia, que se ha viralizado esta semana, me da pie para hablar de lo que comúnmente entendemos por femenino o masculino, y de la poca cultura que demuestra quien realiza esas diferenciaciones absurdas.

El pelo muy largo, por ejemplo, era antiguamente un atributo de virilidad. Sansón pierde su valor y su fuerza porque Dalila le corta sus trenzas. Los vikingos llevaban siempre un peine para acicalar su cabellera. A Nabucodonosor, el rey guerrero, se le representa con una frondosa cabellera. Luis XIV, el  Rey Sol, llevaba pelucas de pelo natural para fingir que tenía cabello largo y abundante. Remanente de esa moda, a día de hoy los jueces británicos todavía llevan peluca en los juicios.

Los zapatos de tacón se usaban en el Medio Oriente como calzado de jinetes. Cuando los soldados se aferraban a sus estribos, el tacón ayudaba a sujetarse al caballo y así disparar las flechas con más precisión. En Europa los zapatos al estilo persa fueron adoptados por aristócratas que buscaron tener una apariencia viril, guerrera.

Nuestro amigo el Rey Sol llevaba zapatos rojos de tacón altísimo, para compensar su baja estatura. Y tuvo 15 hijos, que se sepa (entre legítimos y bastardos). No se le puede acusar de poco viril, y llevaba tacones, pelucón, mini 'shorts' y camisas con volantes de encaje. 

El Rey Sol llevaba zapatos de tacón altísimo, para compensar su baja estatura, pelucón, mini ‘shorts’ y encajes . Y tuvo 15 hijos. No se le puede acusar de poco viril

El rey Carlos II de Inglaterra también llevaba el cabello por la cintura y taconazos. Y reconoció a 14 hijos ilegítimos.

Las costumbres de las uñas largas y pintadas provienen de la China imperial. Los hombres de clase alta demostraban así su riqueza. Porque no se puede manejar una azada con las uñas largas. Y se las lacaban o esmaltaban para que no se rompieran. De ahí que se represente a Fu Manchú con las uñas largas y rojas.  

Muchos códigos que ahora consideramos femeninos eran originariamente masculinos. Por ejemplo, los gestos ampulosos, el refinamiento en el vestir, los grandes conocimientos de moda… eran típicos de los dandis del siglo XIX. Y muchos de ellos eran mujeriegos notables: Lord Byron, Lord Brummel, Jules Barbey d’Aurevilly

¿Por qué códigos indumentarios considerados originalmente masculinos se convierten en femeninos? Porque los tacones, el pelo largo, la ropa muy cuidada… denotan ocio y dinero. Son propios de una persona que no tiene que trabajar. No vas a arar la tierra con las uñas largas. Y llevas tacones altos porque puedes ir en carroza a todas partes. Pero a partir de la revolución industrial aparece por primera vez un hombre rico que va a trabajar todos los días, y que necesita ir cómodo. No puede caminar por el adoquinado en tacones. El pelo largo, en una época en que no existe el champú, el agua corriente y el suavizante, requiere mucho tiempo. Así que es la mujer del burgués, que no trabaja, la que adopta todos esos signos.

Y si pensamos ¿quién lleva hoy las uñas muy largas, el pelo larguísimo tacones altísimos? Alguien a quien le sobra el tiempo y el dinero. La mujer o la amante de un hombre rico. O la que aspira a serlo. La alta ejecutiva suele llevar una melena corta o un recogido, las uñas cortas y el tacón plano o medio. Así que estos símbolos que consideramos femeninos son más bien símbolos de estatus. Como lo es el pecho grande en una mujer muy delgada: muy pocas veces se consigue sin haber pagado por él.

Una mujer sigue siendo mujer con pelo corto, con pecho plano y vestida con traje de chaqueta. Un hombre seguirá siendo un hombre, aunque se ponga tacones, pelucón y falda. Esto, si ella se siente mujer y él se siente hombre. Lo que se pongan encima nada tiene que ver con lo que ellos sientan que son. El género es una construcción absurda y arbitraria. Y cuando una niña de siete años envía una carta así, lo está dejando muy claro.

Y, por último: en la época victoriana el rosa era color de niños y el celeste el de niñas. La idea actual sobre esos tonos proviene de las guerras mundiales. El azul se asoció con la masculinidad porque azul, del color del mar, era el uniforme de los marinos. Tan absurdas y arbitrarias como esa decisión son nuestras ideas sobre masculino y femenino.