EDITORIAL

Mas, Rigau y Ortega, condenados

La primera sentencia por el 9-N está lejos, con unas condenas benévolas, de los 10 años de inhabilitación que solicitaba la fiscalía

Irene Rigau, Artur Mas y Joana Ortega salen del TSJC el pasado 10 de febrero.

Irene Rigau, Artur Mas y Joana Ortega salen del TSJC el pasado 10 de febrero. / periodico

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El proceso participativo del 9 de noviembre del 2014, el remedo de referéndum que con autoproclamada «astucia» puso en marcha la Generalitat para sortear la prohibición del Tribunal Constitucional, ya tiene su primera sentencia. El Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC) ha condenado al entonces 'president' de la Generalitat, Artur Mas, a dos años de inhabilitación por desobediencia por impulsar la consulta. A las entonces 'conselleres' de Presidència, Joana Ortega, y de Ensenyament, Irene Rigau, el tribunal les impone un año y nueve meses de suspensión por el mismo motivo. Los tres deberán, además, afrontar una multa.

Desde un punto de vista jurídico, cabe destacar que el tribunal no condena a Mas, Ortega y Rigau por prevaricación y que la sentencia está lejos de los 10 años de suspensión que solicitaba la fiscalía. Puede argumentarse, pues, que este proceso irremediablemente manchado por la política (desde la intervención de la Fiscalía General del Estado hasta la tentación por parte del independentismo de elevar al altar del martirio político a los ya condenados) acaba, judicialmente, con unas sentencias benévolas.

Políticamente, el proceso (y el que se desarrolla en el Tribunal Supremo contra Francesc Homs por el mismo caso dada su condición de diputado) deja algunas conclusiones. La primera, constatar una vez más que la doble espiral en la que se encuentra la política catalana (la judicialización por un lado y la unilateralidad fuera de la ley por el otro) solo sirven para retroalimentarse mutualmente y son estériles para hallar una salida a un conflicto que solo se solucionará con el diálogo y la negociación política.

La segunda conclusión es que Mas, figura clave del nacionalismo y del independentismo catalán, es hoy un líder muy débil. La suma de la inhabilitación al escándalo de la corrupción de la antigua Convergència hace que ni legal ni políticamente Mas sea un líder sobre el cual ni el PDECat en particular ni el independentismo en general pueda aspirar a aglutinar una mayoría social. Y la tercera conclusión es un mensaje a navegantes: si una consulta como el 9-N que, como se supo después, estuvo más o menos pactada con el Gobierno central, ha acabado en condenas, ¿qué sucedería con el referéndum unilateral al que se ha comprometido Carles Puigdemont si no logra uno pactado?