Análisis

Más provisionalidad, más tensión, más parálisis

Es imprescindible un Govern catalán que gobierne, un 'president' que ejerza con plenitud, la recuperación de nuestras competencias y la atención a la población catalana

Quim Torra, en primer plano, y Carles Puigdemont, al fondo, en la rueda de prensa de este martes en Berlín.

Quim Torra, en primer plano, y Carles Puigdemont, al fondo, en la rueda de prensa de este martes en Berlín.

Eulàlia Vintró

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Ni las elecciones del 21 de diciembre pasado, ni la injustificadamente retardada proclamación del candidato a la Presidència de la Generalitat, ni su toma de posesión hace 10 días, han aportado hasta ahora ningún tipo de luz ni de esperanza. Estamos donde estábamos, pero vamos quemando cartuchos sin tener otros de repuesto.

El anterior 'president' podía haber convocado elecciones a finales de octubre y nos habríamos ahorrado la intervención de la Generalitat; el resultado de las urnas de diciembre permitía que la mayoría de escaños, que no de votos, proclamara un 'president' en el mes de enero, que este presentara un programa y un Govern sin causas pendientes con la justicia y con plena capacidad de gobernar toda la legislatura, que se levantara el 155, que se iniciara un camino de diálogo con el gobierno del estado -visto que la confrontación y la opción unilateral no nos han llevado a ninguna parte- y que con la máxima urgencia, competencia y eficacia se tratara de superar no sólo el más reciente período de excepcionalidad sino los años transcurridos desde que el gobierno catalán -sin el aval de las urnas- optó por el proceso como única política y dejó de atender las cuestiones que interesan a la ciudadanía.

Ahora, tenemos un 'president' que se reconoce provisional y que va a rendir homenaje, en Berlín, a su antecesor por considerarlo legítimo; el 'president' provisional envía una carta al Presidente del Gobierno del Estado proponiendo diálogo sin limitaciones a la vez que firma unos decretos sobre el organigrama y los miembros del futuro gobierno que incluyen dos personas encarceladas y dos huídas que, como es obvio, no podrán ejercer sus funciones y que en poco tiempo serán inhabilitadas jurídicamente para ejercer cualquier cargo.

¿Hay, realmente, voluntad de pasar página, de reencontrar el camino del diálogo, de rebajar la tensión? Y si la máxima autoridad del país actúa así y solo hace gestos hacia una parte importante pero minoritaria de nuestro pueblo dejando de lado al resto, ¿alguien puede creer que quiere gobernar para todos los ciudadanos? La tensión crece en la calle y en el Parlamento, han comenzado los enfrentamientos por el uso del espacio público y su apropiación, hechos que hasta ahora no se habían producido gracias a la madurez de la gente. Sin embargo, si desde el Parlament algunos diputados los azuzan, será mucho más difícil reconducirlos.

Parálisis

La parálisis se incrementa y perjudica a más y más gente: desde los vecinos del Raval y del Gótico acosados por las mafias de la droga a los profesores universitarios que, por encima del 80%, están en situación de precariedad; desde el creciente número de personas sin hogar a las interminables listas de espera de la sanidad y a la excesiva carga de trabajo de sus profesionales, por no hablar de la falta de iniciativas para recuperar los miles de empresas fugadas, para incentivar la industria y la investigación…

Estamos llegando al límite. No se ve ninguna reacción. El horizonte español no es precisamente halagüeño. Es imprescindible un Govern catalán que gobierne, un 'president' que ejerza con plenitud, la recuperación de nuestras competencias y la atención a la población catalana. Del diálogo con el Estado ya volveremos a hablar cuando se aclare la interlocución.