ANÁLISIS

Mas pierde el cargo pero multiplica la autoridad moral

Tras cien largos días de negociaciones tortuosas, el llamado 'procés' no encalla

MARÇAL SINTES

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Artur Mas ha acreditado sobradamente ser un hombre tenaz, incluso tozudo. Quería ser investido de nuevo, lo deseaba con toda su alma, y por eso lo intentó hasta el límite, cuando se escurrían los últimos granos de arena en el reloj. El jueves por la noche, en la entrevista en TV-3, lanzó su última ofensiva para intentar que la CUP variara de postura. No funcionó. El hasta ayer president es también un hombre cartesiano y calculador. Sabía que para Convergència Democràtica era muy pronto, demasiado, para unas elecciones. Unas cuantas voces de su partido se lo habían advertido. Solo quedaba, pues, una alternativa, el mal menor: apartarse, ceder al veto de la CUP.

Pero no sería a cambio de nada.Mas impuso a los suyos que él señalaría al futuro president. En segundo lugar, la CUP debía pagar por la equivocación de haber prometido no investirlo y por su arrogancia, y rectificar a fondo. Esto es: garantizar la estabilidad del futuro Govern. Desaparecer como problema y convertirse en solución. Desanudar el nudo de la endemoniada aritmética de los resultados de septiembre. Se trataba, en definitiva, de impedir que gobernar con el apoyo de la CUP fuera el infierno anunciado. Otra vez, como tantas antes, Mas, acostumbrado a maniobrar en el filo de la navaja, se salió con la suya y la CUP aceptó el alto precio exigido.

Nadie puede dudar del compromiso independentista de Artur Mas. Ha perdido su cargo, pero su autoridad moral se ha multiplicado. Va a seguir siendo un actor político absolutamente clave. Lo dejó claro ayer Carles Puigdemont, que le agradeció sentidamente su compromiso, su sacrificio y su confianza.

Tras cien largos días de negociaciones tortuosas, llenas de despropósitos -no solo imputables a la CUP- y, por tanto, decepcionantes e incluso irritantes, el llamado procés no encalla. Al contrario, vuelve a coger spin, como dirían los norteamericanos. Recobra vitalidad. Eso sí: habrá que acabar con la idea de la independencia exprés (el infantil "tenim pressa") y reflexionar seriamente sobre cómo seguir sumando apoyos para forzar el ansiado referéndum.

Las tensiones en CDC

Por supuesto, en la decisión de Mas no han intervenido solo factores personales y políticos. También está el partido. Las tensiones internas se habían intensificado peligrosamente en los últimos tiempos, diferentes actores habían empezado a organizarse con la mirada puesta en el futuro. Los alcaldes habían levantado también la voz. Algunos hombres de peso jugaban su propia partida… La elección de Puigdemont-sus indudables virtudes y méritos al margen- no es para nada ajena a las relaciones de fuerzas existentes en CDC.

Mas va a encargarse personalmente de la refundación de CDC, que implica una compleja y desagradable tarea de desmontaje. La vida de partido nunca le ha entusiasmado, pero sabe que sin él -con su autoridad- dirigiendo el cambio, el partido podría implosionar. Además, como la mayoría de la cúpula de la formación, considera que es menos difícil y más prudente construir la nueva Convergència desde el poder.