La épica de cada día
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
El independentismo lleva cinco años autoimponiéndose fechas límite. Es una práctica que le permite aunar sensibilidades muy distintas. Los 'deadline' animan a los hiperventilados que alimentan las capas intermedias de las organizaciones soberanistas. Y, a la vez, tranquilizan a los que Bru de Sala ha definido como "independentistas instrumentales", los que ven en la maniobra un enorme órdago al más puro estilo del 'peix al cove' y sueñan con un acuerdo en el último minuto en condiciones favorables frente al Estado tradicionalmente incumplidor y remolón. Pero estas fechas límite repetidas en el tiempo comportan también efectos colaterales. Tanto va el cántaro a la fuente de la ilusión colectiva que un día puede romperse y dar la razón a la estrambótica teoría del suflé. Y, por el otro lado, esta concatenación de situaciones límite distrae a quienes deberían apostar por las soluciones dialogadas, especialmente desde Madrid. La burla sistemática de los presuntos fracasos en las fechas clave no hace otra cosa que banalizar la independencia hasta el extremo de normalizarla como una posibilidad.
Lejos de estas cuitas, hay un independentismo curtido en mil batallas. Son gente que viene de lejos, este lunes entonaron nada más y nada menos que 'L'Estaca', la mítica canción de Llach de los años 70. Es gente a la que le sonroja que un dirigente como García Albiol, que se atreve a acusar a una regidora de esconder su ineptitud detrás de su religión, les diga que están haciendo la lista de Schindler. Y a la que le da la risa cuando un plumilla del 'up Diagonal' les acusa de franquistas por pagarse el autocar para apoyar a Mas, Ortega y Rigau. Esa gente también existe y votó el 9-N sabiendo que no era un referéndum; peregrinó año tras año en las sucesivas manis del 11-S; el 27-S renunció a votar a su partido de toda la vida en favor de la unidad; aguanta las embestidas de la CUP; este lunes madrugó para arropar a Mas a pesar de la grandilocuencia algo vacua de su discurso; y sabe que Puigdemont hará lo que pueda menos echarse atrás a la primera de cambio. La épica del día a día es la que hace historia.
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