MIRADOR

¿Más cerca del jaque y mate?

Pocas veces un proceso de ruptura democrática ha sido tan claramente explicado

Oriol Junqueras, Carles Puigdemont y Jordi Turull

Oriol Junqueras, Carles Puigdemont y Jordi Turull / periodico

Enric Marín

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La sucesión de relatos unionistas contradictorios sobre la evolución del proyecto político del soberanismo denota una desorientación creciente. Pero, curiosamente, pocas veces un proceso político de ruptura democrática ha sido tan claramente explicado y con tanta antelación. Aun así, las élites políticas y mediáticas españolas han tendido a interpretar en clave de regateo táctico un proyecto definido de manera inequívoca como estratégico.

Como si se enfrontaran a una versión renovada y aumentada de la política de 'peix al cove'. Pero, es necesario insistir, todo estaba perfectamente anunciado. Por lo menos desde la publicación de los trabajos del Consell Assessor per a la Transició Nacional. La única modificación de la hoja de ruta prevista ha sido la incorporación del referéndum.

De hecho, más allá de la torpe propaganda "anti-bolivariana", las dos aportaciones más significativas de la CUP al proceso político catalán han sido la recuperación del referéndum y precipitar el paso al lado del 'president' Mas, cuando este ya había sido demonizado por el nacionalismo español. Desde la óptica españolista demonizar a Mas y negarle todo margen de maniobra de negociación fue un error colosal.

Un error comparable a creer que las lógicas contradicciones internas del bloque soberanista harían abortar el proceso sin necesidad de negociar nada. O un error tan grave como la operación de descrédito de los Mossos iniciada el día siguiente de la acción yihadista. Precisamente en el momento en el que producía el encuentro definitivo entre la sociedad catalana y su policía. El error cometido con los Mossos tiene mucha más transcendencia y recorrido del que sus inconscientes impulsores son capaces de imaginar.

Se piense los que se piense sobre el proyecto independentista catalán, ni el contenido, ni la presentación de la ley de transitoriedad no debería que haber sorprendido a nadie. Es la piedra angular jurídico-política del proceso de creación del Estado catalán en forma de República. Y, como en los diez mandamientos, el contrato expresado en este texto se sintetiza en dos principios: la definición abierta e inclusiva del papel de la identidad (lengua, nacionalidad...) y la definición garantista del paso de una legalidad a otra.

En la partida de ajedrez que juegan el soberanismo y los poderes del Estado, la iniciativa desde hace mucho tiempo corresponde al soberanismo. Ahora mismo ya nadie duda que el 1-O habrá urnas y votación. Nadie. Este único hecho ya es una derrota para el Estado. La cuestión crucial es el nivel de participación. En este sentido, la presentación de la ley de transitoriedad tiene una importancia ritual y política enorme. Define un horizonte e invita a la participación.

El dilema para los poderes del Estado es francamente duro. Tienen que aparentar que pueden impedir la votación, sabiendo que no pueden hacer nada que no sea entendido por la opinión pública internacional. Y como ya comienzan a entender que no podrán retirar físicamente les urnas, tiene que hacer campaña a favor de la abstención y por el no en un referéndum estigmatizado como ilegal. Rajoy comienza a sospechar que, efectivamente, el cartero siempre llama dos veces.