Por suerte aquí no tenemos una Marine Le Pen

Marine Le Pen.

Marine Le Pen. / periodico

XAVIER RIUS SANT

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Muy clarificadora fue la entrevista de este domingo de Ana Pastor a Marine Le Pen en La Sexta, no solo por la claridad con la que Marine desgranó sus argumentos de discrepancia en la Unión Europea y sus políticas monetarias y de fronteras, sino porque mostró una vez más que aquí la ultraderecha o área identitaria, como le gusta llamarse, está a años luz del discurso y nivel que tiene en Francia y en otros países europeos.

El discurso de Marine parte de una defensa 'sui generis' de los valores republicanos de libertad, legalidad y no sé si de igualdad. Es en nombre de unos valores y la defensa de una democracia liberal y unos derechos individuales y sociales que considera amenazados por la inmigración --o un exceso de inmigración o quizás cierta inmigración-- y por las políticas de Bruselas que, desde su punto de vista, dejan sin soberanía a la República francesa.

Aquí, en cambio, la ultraderecha añora el franquismo, y no puede defender estos valores de libertad porque reniega de los 38 años de democracia en los que solo ve casta política, depravación, corrupción y merma de los valores de la familia cristiana. Es una ultraderecha que tiene un posicionamiento radical respecto al Estado autonómico. Si miramos la lista de grupos o alianzas del área dicha identitaria española encontramos que La España en Marcha (Democracia Nacional, Nudo Patriota, Alianza Nacional, La Falange y Movimiento Católico Español) aboga por el retorno a un Estado autoritario y centralista, maquillado de democracia falangista. En una órbita similar está Soluciona, que este domingo se presentó en Barcelona.

Otros que también están por el Estado centralista, el castigo a los políticos sediciosos y la familia tradicional, como Alternativa Española, el Movimiento Social Republicano y Unidad, no tienen claro que obtengan los 50 avales de cargos públicos necesarios para concurrir a Estrasburgo, no han conseguido salir en los medios de comunicación y, aparte, se presentan divididos. Y en cuanto a Vox de Abascal, Vidal-Quadras y la catalana Ariadna Hernández, aunque están acogiendo a militantes de ultraderecha, como algún miembro del clan Blas Piñar, no se puede equiparar a la ultraderecha, dado que ni hablan de inmigración ni de cerrar fronteras ni salir del euro.

El único grupo que tiene los 50 avales de cargos públicos para hacer una lista, Plataforma x Catalunya, y sus aliados del Partido X La Libertad, inmersos en la crisis de la mal gestionada destitución de Anglada, ya han dicho que no se presentan con el objetivo de centrarse en las próximos municipales. Más allá de los malos modos de Anglada y la gestión económica, lo que ha provocado su destronamiento ha sido que él no tomaba una postura suficientemente beligerante contra la consulta que proponen Mas y Junqueras.

Marine Le Pen, que se había reunido dos veces con Anglada y otros dirigentes de PxC, era una de las líderes identitarias o ultras europeas que no tenía pelos en la lengua para calificar al político de Vic de grosero, mal educado e incoherente, además de rodeado de personajes nada de fiar.

Ciertamente en Frente Nacional todavía hay personas de ideas poco democráticas, pero Marine Le Pen aglutina desde negacionistas del Holocausto a prosionistas, que consideran Israel el balauarte de la lucha contra la penetración del Islam en Occidente y contra el terrorismo islamista. En el FN hay desde gente como su padre, que se ha posicionado en favor del recorte del derecho al aborto de Gallardón, a ella misma --que es quien manda y nadie le cuestiona su liderazgo--, que es contraria. Desde homosexuales que rechazan el Islam porque esta religión lo considera como el peor de los pecados, a católicos contrarios al matrimonio homosexual, como la propia Marine. Hay personas que rechazan toda inmigración, e hijos de magrebíes agnósticos, que rechazan la difusión del Islam en Francia. Y sobre todo, lo que más aglutina Marine Le Pen son las dudas de mucha gente de toda condición social hacia las políticas económicas y monetarias de la Unión Europea y que creen que ahora hay que cerrar la puerta a toda inmigración. Pero el discurso de Le Pen --que también lo asumen algunos nietos de inmigrantes que se sienten franceses-- no se centra en decir, como hace Anglada, que los inmigrantes son chusma, ni propone en la cárcel a parte de la clase política francesa, como hace toda la ultraderecha española que pide encarcelar a Mas, Junqueras y Rajoy por corruptos y sediciosos. Mientras este sea el discurso de nuestros ultras, aquí estamos salvados del populismo identitario y el huevo de la serpiente.

Post publicado en el blog de Xavier Rius Sant