María y el 'Tea Party' soberanista

El independentismo identitario y sus intelectuales atizan el fuego divisorio al achacar a los inmigrantes la "colonización lingüística" de Catalunya

J. C. Moreno, J. Martí, J. Murgadas, J. Arenas y M. Lorente, en la presentación del manifiesto por el catalán como única lengua oficial.

J. C. Moreno, J. Martí, J. Murgadas, J. Arenas y M. Lorente, en la presentación del manifiesto por el catalán como única lengua oficial. / periodico

ENRIC HERNÀNDEZ

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A principios de los 60, siendo una adolescente, María llegó a Catalunya en busca de sustento. Fallecidos todos sus hermanos varones, en el campo faltaban brazos para arar y sobraban bocas que alimentar. En aquellos tiempos de miseria a las niñas se les hacía el hatillo y se las enviaba a servir a una gran ciudad.

Aunque sin estudios, a inquietud y a afán de aprender no la ganaba nadie. Pronto abandonó el servicio doméstico y se empleó en una fábrica. Entabló amistades, se enamoró y contrajo matrimonio. Y tuvo tres hijos a los que quiso brindar el afecto y las oportunidades de las que ella había carecido.

Asistió a clases de catalán para adultos y animó a su primogénito a hablarle en catalán, pero no se atrevía a emplearlo en público. Un día descolgó el teléfono creyendo que estaba sola en casa. "No, no vindrà fins més tard. Vols que li digui alguna cosa?" La charla, en perfecto catalán, se prolongó al menos cinco minutos.

María lo ignoraba, pero desde el mismo momento en que llegó a Barcelona se convirtió en "un instrumento involuntario de colonización lingüística" al servicio del régimen franquista. Al menos, así la han descrito, a ella y a cientos de miles de trabajadores migrados, los intelectuales del Grupo Koiné, en un manifiesto que arremete contra el bilingüismo y exige que el catalán sea el único idioma oficial ("lengua territorial", escriben eufemísticamente) de una futura República catalana.

Acogedora República

Según las estadísticas de la propia Generalitat, la práctica totalidad de los residentes en Catalunya  (95%) entiende el catalán y tres de cada cuatro saben hablarlo, pero solo un tercio lo empleamos como lengua habitual. Para la mitad de la población (50,7%), el idioma de uso común sigue siendo el castellano. Agazapados tras el noble propósito de salvar una lengua que dicen ver en peligro, los abajo firmantes pretenden expulsar a la mitad de los catalanes de esa acogedora República que se disponen a fundar.

Al independentismo, de tanto jugar con el fuego divisorio, le ha salido un 'Tea Party' identitario que juzga y clasifica a los catalanes en función de su lengua y procedencia. Si María pudiera reabrir los ojos no se reconocería en el país integrador que ayudó a construir.