Gente corriente

Margarita Gómez: «En la capa de la estatua de Colón hay una puerta»

Ascensorista de Colón. Esta (casi) ingeniera química trabaja en las entrañas del monumento desde el 2003.

NÚRIA NAVARRO

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

-¡Encerrada en el ascensor de Colón!

-Yo estoy encantada. Prefiero saber qué pasa en Italia o cómo se dicepazen ruso que estar detrás de un teléfono de atención al cliente aguantando quejas. Y sé de lo que hablo.

-¿Ah sí?

-Lo hice en Jazztel. También he sido árbitro de mesa de waterpolo, he repartido pizzas en moto, he trabajado de vigilante del párking de Montmeló, de camarera y en la caja central de El Corte Inglés durante el cambio de la peseta al euro.

-Inquieta usted.

-Y me faltan cuatro asignaturas para acabar Ingeniería Química. Tuve que dejar la carrera un par de años porque mis padres se separaron y a mi padre le diagnosticaron un cáncer de colon. Y ahora lo tengo difícil para estudiar los fines de semana porque he montado con mi novio una asociación deairsoft,un juego de estrategia basado en la simulación militar, parecido alpaintball.

-Nada que ver con la ingeniería...

-Hice prácticas en la planta piloto de Applus de Bellaterra, en tratamiento de aguas. Me gustan las depuradoras. Pero en el 2003 Turisme me dio la oportunidad de trabajar en Colón y acepté.

-Siete años lleva. ¿Cuántas veces ha subido y bajado del mirador?

-Uf, no las he contado. Unas 40 veces por hora. Como estoy cuatro horas al día en el ascensor, unas 160 veces. Las otras cuatro horas de la jornada las paso en elbackstage,dando información o vendiendo entradas a museos,walking tours o billetes para el bus turístico.

-¿Nunca se ha parado el elevador?

-Sí, sí. Una vez se quedó parado durante hora y pico. Otra vez se detuvo menos tiempo pero iba una señora con dos niños que tenía claustrofobia. Se puso nerviosa. Suerte que el cuarto pasajero, un italiano con mucha mano izquierda, la supo calmar.

-Unas cuantas. Una vez vino una señora de 92 años vestida con sus mejores galas. Toda su vida había querido subir y no había podido. Por la guerra, por las circunstancias familiares... La mujer estaba tan emocionada que le dedicamos un buen rato.

-Tendrá anécdotas para alimentar unas cuantas cenas.

-Más historias, más.

-Un día, a primera hora de la mañana, subió un hombre un poco raro. Bromeamos con él pero no respondió a la broma. Minutos después de bajar, lo encontraron muerto en el agua, al lado de las golondrinas.

-¿Suicidio?

-No sabemos. También hay otro tipo de historias tristes. Recuerdo a un chico que lo preparó todo con esmero para pedirle a su novia en el mirador que se casara con él. Incluso le guardamos el cava en la nevera. Pero la chica le dijo que no.

-Desamor monumental.-También hay veces que te das cuenta de que una pareja hace rato que ha subido y no reclama el ascensor. Vas a ver qué pasa y te los encuentras abrochándose las prendas.-Hay quien no sabe que se puede subir. Y es una pena. El señor Joan, uno de los tres que trabajamos ahí, nos ha inculcado la obsesión por el navegante. Él colecciona objetos relacionados con Colón: cuadros, libros, sellos e incluso un condón con su sello.

-Todo eso pasa dentro de una estatua casi olvidada por la ciudad.

-¿Guardará algún misterio dentro?-Bueno... Un escalador dijo que en la capa había visto una puerta. Nadie sabe qué hay dentro. ¿Estarán ahí los huesos del almirante?-Así lo cree un estudioso norteamericano, Charles J. Merrill. Explico su versión a los turistas, pero también la que dice que era un italiano que cayó al mar durante una guerra, nadó 50 millas hasta la costa y oyó como Dios le pedía conquistar el Nuevo Mundo.

-Ojalá estuviera su partida de nacimiento. Sabríamos si es catalán.

-¿Le da tiempo a dar explicaciones en su viaje vertical?

-Si son muy cortaditos, les cuento cosas. Hay que tener psicología.

-Doctora en psicología turística.

-Yo he aprendido que la humanidad es la humanidad, aquí y en la China. Me han regalado vino de Rusia, un llavero de Japón con el Fuji grabado, monedas de todas partes -no he viajado mucho pero el mundo me ha venido a ver-, me han invitado a cenar...

-¡Alto! ¿Le tiran los tejos?

-Alguna vez me han dado un papelito con el móvil, pero jamás acepto.

-Les manda usted a pasear por el dedo de Colón.

-Esa es una de las leyendas urbanas, sí. Otra es que hay un restaurante panorámico en el mirador.