MIRADOR

Manuel Valls, el precio de una carambola

Manuel Valls puede hacer más por la unidad del independentismo que Jordi Graupera

El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, junto al exprimer ministro francés Manuel Valls, el día de Sant Jordi, en Barcelona.

El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, junto al exprimer ministro francés Manuel Valls, el día de Sant Jordi, en Barcelona. / FERRAN NADEU

Jordi Mercader

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Manuel Valls puede hacer más por la unidad del independentismo que Jordi Graupera. De atender el exprimer ministro de la República Francesa la propuesta de Ciutadans, la obsesión soberanista para gobernar la capital de Catalunya pasaría inevitablemente por la unidad. Porqué el exdirigente del Partido Socialista francés vendrá, si viene, con una mochila cargada de antinacionalismo pero también con una experiencia de gobierno y un crédito republicano difícil de negar.

El mayor déficit de una candidatura del ex alcalde de Évry sería el escaso arraigo barcelonés de un gobernante francés derrotado y repudiado por su propio partido al que ha dejado con lo puesto. Sin embargo, la determinación exhibida por Valls en sus anteriores objetivos políticos y una lectura voluntariosa del sentido de su regreso a casa podrían equilibrar la balanza.

En los sectores más influyentes de Barcelona existe un evidente sentimiento de orfandad en el liderazgo municipal. Ni Xavier Trias, ni Ada Colau han sabido interpretar ni remontar este estado de ánimo de unos protagonistas cuyo temor es que esto fuera a empeorar con un alcalde independentista. Tan alicaídos están que es fácil imaginarlos concediendo a Valls la teórica aureola del gran gobernante europeísta que elige Barcelona para rescatar su carrera, restableciendo de paso el carácter cosmopolita y la proyección internacional de la ciudad.

El precio para capitalizar esta carambola de intereses pasaría por asumir la polarización entre 'monsieur' Valls y el dragón independentista, luchando por convertir Barcelona en la capital del soberanismo o en la tumba europeísta del secesionismo. El proyecto de ciudad, el urbanismo, las desigualdades internas serían víctimas colaterales de una batalla épica en la que las alcaldesas equidistantes con balances de gestión demasiado pobres tendrían muchas más dificultades para defender su reelección. La esperanza de Colau de mantener un escenario de fragmentación en el que con una docena de concejales se obtiene la alcaldía saltaría por los aires.