Mándame un wasap

Desde que existe la mensajería instantánea representada sobre todo por WhatsApp, llevo meses sin oír la voz de algunos amigos con los cuales antes hablaba por teléfono. Por culpa de esta aplicación que usamos 400 millones de personas cada día, nos hemos impuesto una brevedad para comunicarnos que, cuando nos telefoneábamos no existía. Con WhatsApp mandamos más mensajes de ámbito privado y ocioso que profesional; solo hay que echar un vistazo a nuestro móvil, la mayoría de los diálogos son para quedar, para bromear o para entrecruzar frases sin entrar demasiado en los detalles.

Al parecer, depende de la circunstancia vital de cada uno para que el tema de los mensajes sea para unos fines o para otros. A saber: para ligar, si se es soltero (o no) y buscador de pareja; para bromear, si uno se cree un cachondo con sentido del humor, y para ahorrarse conversación, si uno es vago y poco hablador. Para los primeros, un dato: según el CyberPsichology Journal, 28 millones de parejas se han separado por culpa de una pillada de mensaje en WhatsApp. Así que cuidado con coquetear aquellos que no deben porque el descuido puede acabar siendo caro. Tengo algunos amigos incansables que no paran de mandarme memes, esos chistes gráficos en formato foto o vídeo, que, con mayor o menor gracia, corren de móvil en móvil. Curiosamente, con alguno de ellos llevo meses sin conversar. Solo me mandan bromas, lo que me hace suponer que deben estar bien.

Para los que les da pereza hablar, el mensaje de texto es ideal porque les exime del parloteo, y para los que les da pereza escribir, existen los emoticonos que ahorran hasta las palabras.

Y ahora, para un impaciente como yo, el doble check azul se ha vuelto una indeseable cavilación.Y es que me pregunto todo el tiempo: ¿si lo ha leído por qué no me contesta?