Ventana de socorro

Mal mensaje

Decisiones como postular al exministro Soria para el Banco Mundial son un pésimo mensaje para la ciudadanía

El exministro José Manuel Soria, el pasado mes de abril.

El exministro José Manuel Soria, el pasado mes de abril.

ÁNGELES GONZÁLEZ-SINDE

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Moving-cities.com es una iniciativa británica que filma a profesionales de la danza bailando en el trasiego de la ciudad. Atenas, Londres, Praga, Bruselas, Yerevan y París han sido ya retratadas. Para transmitir su pulso, los bailarines se colocan en lugares de paso emblemáticos, grandes infraestructuras públicas que nadie habita pero todos utilizamos: el metro, un puente, los muelles, grandes avenidas, parques urbanos… Los cortometrajes resultan sorprendentes y celebran tanto la vida y el movimiento de la ciudad como la de sus ciudadanos.

En uno de ellos la narradora dice: «Las ciudades como los sueños están hechas de deseos y de miedos». No es una simple frase, nos lleva a pensar que en las ciudades hay dos capas que conviven y parece que no se tocan, pero están intrínsicamente unidas: la individual y la colectiva; los habitantes con sus íntimos miedos y anhelos, y quienes organizan, encargan y deciden esos grandes espacios comunes y hacen nuestras ciudades como son.

También son personas: alcaldes, concejales, interventores, técnicos del Estado y, por supuesto, ingenieros y urbanistas. Es lo que llamamos la política. Por eso, cuando los ciudadanos dicen «yo no voto, yo me desentiendo» es como si dejaran de bailar en la danza social en la que estamos todos. Con su escepticismo expresan a la vez un deseo y un temor: el anhelo de que todo vaya bien y el miedo a que se les ignore en sus dificultades. La habilidad del político es saber conjugar miedos y deseos para que unos no aniquilen a otros, diseñar medidas para administrar lo común, pero sin despreocuparse de quienes no pueden decidir, sino solo votar.

Decisiones como postular al exministro Soria  para el Banco Mundial son un pésimo mensaje. La ciudadanía percibe que a los gobernantes les importan poco sus incertidumbres pues están demasiado ocupados en asegurar su propio futuro y el de sus colegas. El deseo de esforzarse por el bien mengua, aniquilado por la sombra del miedo a la indiferencia. Así se le quitan a uno las ganas de bailar.