El epílogo

De Madrid al metro

JUANCHO Dumall

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La huelga salvaje del metro de Madrid nos queda lejos, pero solo aparentemente. No porque, como rezaba antaño la vieja TVE y como sugieren ahora las más modernas webs, «cuando llueve en Madrid, llueve en toda España», sino porque lo que ha ocurrido en estos dos días en la capital del reino puede ser un síntoma de lo que se nos viene encima en todo el país si hay una radicalización de los sindicatos cara a un otoño caliente, con huelga general incluida el 29-S.

¿Qué ha ocurrido en Madrid para que los 7.600 trabajadores del metro dejen tirados a dos millones de usuarios cada uno de los dos días? Primero, que el Gobierno madrileño ha extendido a las empresas públicas de la comunidad –entre ellas la del metro– la rebaja salarial del 5% aplicada a los funcionarios. Segundo, que los sindicatos consideran ilegal esa rebaja porque hay un convenio en vigor. Tercero, que se decretaron unos servicios mínimos que afectaron al 50% de la plantilla, con lo cual la huelga hacía poco daño. Consecuencia: incumplimiento de los servicios mínimos y paralización total del servicio. Y, por lo tanto, radicalización de un conflicto en el que los usuarios, trabajadores en su inmensa mayoría, son los rehenes o, al menos, los paganos.

El sindicato feroz

UGT y CCOO han mostrado desde el principio de la crisis un notable sentido de la responsabilidad, pero ahora han enseñado su lado feroz. Si las dos grandes centrales se ven acorraladas –por ejemplo, por la imposición de servicios mínimos excesivos– pueden intentar la vía de la radicalidad, que nunca se sabe dónde termina.

Hasta ahora pensábamos que solo los mercados financieros podían llevarnos a una situación a la griega. Pero, tras el aviso de Madrid, sabemos ya que también los recortes pueden conducir al país a un indeseable estallido social. El ajuste es necesario, pero las administraciones tienen que hacer un esfuerzo para tratar con otro tacto a los representantes de los trabajadores, algo queEsperanza Aguirreno ha hecho. Recortar el déficit es urgente, pero no da barra libre a nadie.