Madrid como purgatorio

Rajoy gobierna, pero sin mayoría y con un PP contra las cuerdas por los escándalos continuos

Ignacio González y Esperanza Aguirre, en una reunión de la dirección del PP de Madrid, en marzo del 2015.

Ignacio González y Esperanza Aguirre, en una reunión de la dirección del PP de Madrid, en marzo del 2015.

JOAN TAPIA / BARCELONA

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No sé si el purgatorio sigue existiendo, pero no encuentro una idea más ajustada que las penas de purgatorio (donde los condenados eran castigados con el fuego) para describir el 'estatus' en el que los españoles han colocado a Mariano Rajoy.

Primero (2015) estuvo a punto de ir de cabeza al infierno y de ver cómo Pedro Sánchez le arrebataba la Moncloa, como José Luis Rodríguez Zapatero en el 2004. Pero se produjo un milagro y el arcángel Pablo Iglesias logró unir los votos de los anticapitalistas a los conservadores. Luego la tensa espera hasta que el PSOE concluyó que más valía -tragando sapos- lavarse las manos ante Rajoy que más Rajoy tras unas terceras elecciones.

Pareció el pasado trimestre que el purgatorio no había acabado, pues seguía dependiendo de Albert Rivera -forzado a mantenerle y atacarle- y de un PSOE de líder por conocer y política por definir, pero que como mínimo gobernaba. Y con el PIB al alza entraba en el directorio europeo, con más peso que Francia (donde nadie sabe qué pasará este domingo), y que Italia, aquejada siempre de una mala salud de hierro.

EL DILUVIO UNIVERSAL

Pero no. Ya antes de Semana Santa, el caso de Murcia desenterró el fantasma de la corrupción y Rivera le clavó una estocada. Y ahora ha llegado el diluvio universal. El PP nació gallego, pero su gran potencia y el dominio casi absoluto de la política se lo han dado las victorias en la capital de España, en Madrid, donde ha reinado casi un cuarto de siglo, desde poco después de la muerte de Tierno Galván  y de que Joaquín Leguina perdiera la cabeza. Y el matrimonio mal avenido de Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz Gallardón eran a la vez garantía de presente y promesas ambiciosas de futuro.

Ahora, tras serios avisos (prisión por la 'Púnica' de Francisco Granados, secretario general del PP madrileño durante siete años, renuncia del presidente Ignacio González a volver a presentarse, y paso “al costat” de Aguirre) ha estallado la cruda realidad de la inmundicia. El PP de Madrid (incluso sin Bankia) ha sido muchos años una fosa séptica de corrupción en la que unos cuantos se han enriquecido y financiado campañas. Y el jefe de lo que el juez Eloy Velasco califica de organización criminal (sin permiso del fiscal Manuel Moix) es Ignacio González, el hombre fuerte y sucesor de Aguirre que al parecer ha saqueado a placer el Canal de Isabel II, la empresa pública que suministra agua a Madrid, con operaciones “pintorescas” y la ayuda de hermano, cuñado y conyugue. No es como la familia Pujol… pero las cantidades que el juez Velasco señala son del orden de las del Palau de la Música.

Cierto que Aguirre y González eran ya un clan en retirada. Y la rubia Cristina Cifuentes es otra cosa. Pero la pregunta es si un partido tan penetrado por la corrupción debe gobernar España. Los ciudadanos -con ayuda del arcángel Iglesias y las peleas socialistas- dijeron que quizás sí. ¿Lo indultaron? Rajoy está convencido y quiere seguir. Aunque tenga que declarar por la 'Gürtel', “algo normal”, y sufrir las penas del purgatorio más estricto. Ahí estamos.