OPINIÓN
Cuando seas madre detestarás a tu suegra (y ella a ti)
Olga Pereda
Periodista
Especialista en Educación de El Periódico. A los mandos de la sección 'Mamás y Papás' y del Club de Educación y Crianza. Te mando cada viernes una newsletter con contenidos clave para afrontar la maternidad y la paternidad. Escribo en la sección de Sociedad y tengo alergia a la pseudociencia.
Olga Pereda
Nueve de cada diez mujeres consultadas para este artículo lo confirman: desde que son madres la relación con las suegras está en caída libre. Así que si estás embarazada, créetelo: no vas a soportar a tu suegra. Y ella tampoco a ti.
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Casi nunca hay una declaración de guerra formal. Lo habitual es más bien una situación de tensión absoluta que, en función de la paciencia que se tenga, se sobrelleva mejor o peor. Quizá nada más parir, tu suegra te siga pareciendo esa mujer maja (incluso moderna) que siempre te ha parecido. Date un tiempo y verás. O quizá la cruzada comience el primer día, justo cuando tengas al bebé en brazos en la cama del hospital y ella se acerque y con una sonrisa condescendiente te diga: “uy, no lo acostumbres tanto a los bracitos”. No hay vuelta atrás. El combate ha comenzado. Respira, que va para largo.
"¿Estás segura de que el niño no se ahoga ahí dentro?", te preguntará la buena de tu suegra cuando optes por llevar al crío en un pañuelo o en una mochila portabebé. "Sí. Por eso lo hago, para que se ahogue", te darán ganas de contestar. Lo que para ti es una manera práctica de pasear con tu hijo y una manera de sentirte unida a su cuerpo para ella no deja de ser una majadería del siglo XXI. Como el colecho. "Me han comentado mis amigas que cada día llegan al hospital niños que han muerto asfixiados por sus padres en la cama". Es mentira. Una mentira peligrosa y despiadada. Pero la suegra que la soltó se debió quedar bien a gusto.
"Mi leche era nata"
Otro tema que provoca fuego es la lactancia. Si el bebé va justito de peso y está lejos de ser un ser rollizo y gigante de los que gustan tanto a las abuelas, prepárate para escuchar una frase deleznable, torpe, machista y, básicamente, absurda: "Quizá tu leche no sea buena. ¿Te la ha mirado el médico?" No vomites. No digas nada. No merece la pena. Aguanta estoicamente cuando tu suegra empiece a rememorar su propia lactancia y te diga cómo su (abundante) leche era "nata pura, con su buena capa de grasa".
Tu bebé crecerá y empezará a comer 'sólido' pero a lo mejor tú sigues apostando, además, por darle teta. Porque sí. Porque te da la gana. Porque es tu opción. Porque te gusta. Porque le gusta. Porque disfrutas. Y porque disfruta. No hay cosa que más pavor le dé a una suegra que ver a un niño de dos o tres años agarrado a la teta de su madre. "Cariño, dile a mamá que no te dé más pecho, que tienes edad de comer filetes", le susurrará a tu hijo. El botón nuclear se ha activado. Tu suegra te parece una cretina. Y tú a ella, lo mismo.
Ropa heredada, el horror
No nos olvidemos de la ropa. Pronto descubrirás que un trozo de tela es fuente de tensión de alto voltaje. Tu suegra, que en su día crió a su hijo entre zapatitos de charol y faldones, sufrirá urticaria cuando vea que su nieto luce ropa comprada en almacenes baratos o, peor aún, heredada de otros niños. "Te tengo que confesar que me da vergüenza ajena verle así vestido". Es otra frase textual de suegra, ese ser que antes de parir te parecía hasta entrañable. Desengáñate.
Desengáñate porque tu suegra se ha convertido en un ser abominable que cada día pregunta si el niño duerme del tirón toda la noche. "Ya debería hacerlo, ¿no? A lo mejor le estás acostumbrando mal", te soltará cuando tu bebé tenga dos o tres meses. Y así hasta que cumpla los dos años. O los tres.
Que no se te ocurra nunca, por cierto, gritar a tu peque delante de tu suegra. Puede que lo hayas hecho solo una vez (o dos o tres) pero para ella te has convertido en una madre mandona, alterada, histérica y superada así que prepárate porque te hará leer artículos sobre 'Cómo educar sin gritar'. "A lo mejor te resultan interesantes", te sugerirá mientras tú te quedas con las ganas de decirle que se los meta donde le quepan.
No le cuentes nunca a tu suegra lo difícil que te resulta criar a tu hijo. En su opinión, las madres de ahora son una panda de blandas que se ahogan en un vaso de agua. Que conste que es lo mismo que piensa tu madre. La diferencia es que a tu madre la puedes mandar a la mierda y quedáis tan amigas. A tu suegra no. Qué lástima.
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