Macron opta por la solución conservadora
La ventaja del presidente francés es que la oposición no existe, pero su inconveniente es la resistencia con que topa para mover cualquier ficha
José A. Sorolla
Periodista
José Antonio Sorolla
El presidente francés, Emmanuel Macron, ha resuelto la minicrisis de Gobierno causada por la dimisión del ministro de la Transición Ecológica, Nicolas Hulot, de la manera más tradicional y conservadora. En lugar de aprovechar el momento para hacer un amplio cambio de Gobierno, se ha limitado, como siempre hizo Mariano Rajoy, por ejemplo, a sustituir al dimitido y a la ministra de Deportes, que había anunciado de madrugada su intención de abandonar también el Gabinete. A la titular anterior, Laura Flessel, una campeona de esgrima, la reemplaza una campeona de natación, Roxana Maracineanu, y al ecologista Hulot lo sustituye un ecologista con 20 años de militancia, François de Rugy, hasta ahora presidente de la Asamblea Nacional. Dos signos del conservadurismo de la remodelación.
Conservadurismo no solo por las características de los sustitutos, sino también por el método. Había sectores que promovían una sacudida en el Gobierno, pero eso podía interpretarse como una rectificación de las políticas y un fracaso de la acción gubernamental, dos cuestiones que Macron no está dispuesto a admitir. Pese a las dificultades que afronta el presidente poco más de un año después de su llegada al Elíseo, Macron sigue dispuesto a llevar a cabo las reformas que prometió y por eso no quiere dejar entrever ningún signo de debilidad.
La dimisión de Hulot, sin embargo, es algo más tangible que el caso Benalla –las extralimitaciones violentas de su exjefe de seguridad— y su encubrimiento, las palabras desgraciadas de Macron en las que llamaba a los franceses “galos refractarios” a las reformas o el nombramiento de un amigo, el escritor Philippe Beson, como cónsul en Los Ángeles. Hulot, un personaje tan popular como frágil, que dirigió durante años un programa televisivo sobre medioambiente, se va cansado de estrellarse contra los lobis –el petrolífero, el nuclear, el agroalimentario--, lo que pone en cuestión la voluntad ecologista del presidente. El nombramiento de Rugy, sin embargo, pretende combatir esa impresión con la idea de que la experiencia política del nuevo ministro hará olvidar al amateurismo y la actitud incontrolable del dimitido. Hulot ya fue tentado por Nicolas Sarkozy y por François Hollande, pero solo aceptó bajar al barro con Macron, con el que ha durado 15 meses.
Si esta primera crisis de Macron llega a los 15 meses, el periodo de gracia aún supera por mucho los de sus antecesores –ocho meses Sarkozy y solo cuatro Hollande— porque la llegada de la decepción o el reconocimiento de la impotencia, acompañados por el hundimiento en los sondeos, son una constante en las últimas presidencias. Macron se resiste a admitir su impotencia y este otoño pretende continuar con su programa de reformas. Su ventaja es que la oposición no existe, pero su inconveniente es la resistencia con que topa para mover cualquier ficha. Ahora mismo, el presidente duda si poner en marcha en enero una reforma --el sistema de retenciones en las nóminas para liquidar el IRPF-- que lleva meses preparándose y que ya intentaron aprobar hace años Sarkozy y Hollande.
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