Análisis

Los relatos de la campaña

Ante la falta de un proyecto político creíble a corto y medio plazo, el 'procesismo' confía en la justicia española para mantener su protagonismo

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ARGELIA QUERALT

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Aunque estamos a las puertas de unas nuevas elecciones autonómicas, llevamos semanas prescindiendo de debates sobre políticas públicas para centrarnos exclusivamente en la política y en sus políticos. Cuando aún falta una semana para que empiece oficialmente la campaña electoral, se suceden los actos preelectorales, ya absolutamente condicionados por el eje nacional. En el sector llamado constitucionalista, los discursos se diferencian algo más entre sí. Mientras el PP y C’s siguen apostando por la mano dura contra los líderes independentistas y su entorno, el PSC y los comuns parecen haber apostado por superar la actual situación de bloques y buscar elementos de diálogo que nos permitan convivir a partir del 22-D. Por su parte, en el sector independentista las cosas son aparentemente más homogéneas, pero infinitamente más complicadas, ahora que la unilateralidad fue un error de cálculo, igual que el plazo para conseguir la independencia, que la DUI nunca fue declarada para ser efectiva y que lo preferible habría sido que Puigdemont hubiera convocado elecciones.

El duelo de liderazgos en el sector independentista no está claro, en parte favorecido, involuntariamente, por la situación de privación de libertad de uno de sus líderes indiscutibles, Oriol Junqueras. Está claro que, para que puedan darse unas elecciones con el máximo fair play posible, el juez instructor del Tribunal Supremo debería decretar la libertad condicionada de los exconsellers (y de los Jordis) de forma inmediata.

Puigdemont, muy mal asesorado

Aun así, Puigdemont continuará teniendo secuestradas las elecciones. Su huida a Bélgica las condiciona sin paliativos. No jurídicamente, ya que puede ir en las listas y puede ser elegido mientras no medie sentencia firme en su contra. Pero sí políticamente: Puigdemont está sujeto a una orden de detención que será decidida por la justicia belga el 4 de diciembre y, si es concedida, es muy probable que suponga prisión provisional, dado que en este caso sí –como él mismo se ha encargado de demostrar– hay peligro de que se sustraiga a la justicia. Como podrá comprobarse, ante la falta de un proyecto político creíble a corto y medio plazo el procesismo confía en la justicia española para mantener su protagonismo.

Este afán de protagonismo ante el vacío programático se aprecia también en la propuesta de Puigdemont de un referéndum para decidir si Catalunya sale o se queda en la Unión Europea. Pese a su previo europeísmo, ahora reniega de la Unión porque esta no salió en ayuda de un Govern que no respetó el marco jurídico constitucional en España y que rompió unilateralmente con él, como era previsible: pese a las promesas de Puigdemont, muy mal asesorado, su petición era insostenible desde la perspectiva comunitaria. En todo caso, tengo una buena noticia para los catalanes que quieran salir de la UE: una Catalunya independizada unilateralmente nunca será reconocida por ella. De hecho, una Catalunya que se independendice unilateralmente nunca será reconocida.