El epílogo

Los nuevos nómadas

ALBERT Sáez

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A lgunas plazas de Barcelona llevan meses ocupadas por unos cientos de personas que las han convertido en su hogar. No son un grupo homogéneo ni responden a los tópicos habituales. Algunos de ellos proceden de la exclusión social. Salieron un día de los carriles habituales, perdieron el trabajo, la familia y la vivienda. Entraron en un proceso de desestructuración que en la mayoría de los casos los condujo al alcoholismo, a la drogadicción y, finalmente, a la enfermedad mental. Son supervivientes que conocen los circuitos de la asistencia social, de la caridad e incluso de la pequeña delincuencia, cuando la falta no acaba en delito. Junto a ellos, esta semana los lectores del diario hemos descubierto que también habitan en nuestro espacio público nuevos nómadas globales que llegan hasta Barcelona atraídos por el gancho de una capital turística, cosmopolita y... acogedora. Y aún se añade otro grupo que ocupa la calle como sala de estar, o mejor dicho de malestar, para ahogar en alcohol sus penas a consecuencia de la crisis económica aunque todavía conservan su hogar. Esta amalgama provoca problemas de convivencia y de salubridad.

El discurso de la izquierda

Ante esta realidad, la derecha política y social tiene un discurso fácil. Para el grueso de sus electores y de sus dirigentes, esta realidad es, sobre todo, un problema estético y/o de orden público. Y la solución pasa únicamente por «limpiar las calles» con medidas policiales y, si hace falta, exportando a los nómadas a otras ciudades. La izquierda lo tiene más difícil. La respuesta primaria es apelar a la debilidad de los ocupantes de la vía pública y rechazar cualquier medida paliativa. Pero las víctimas de esta nueva realidad social son, sobre todo, los votantes de la propia izquierda. Aceptar que estos nómadas son víctimas y no culpables no puede significar en ningún caso esperar a solucionar las causas de su desgracia para remediar las consecuencias que tienen para los barceloneses. La izquierda no puede quedar anclada en el discurso y los remedios del siglo XIX para solventar los problemas del siglo XXI.