La nueva estrategia del yihadismo

Los lobos solitarios exprés

Planifican ellos mismos el atentado después de un proceso de autorradicalización a través de las redes sociales

DAVID GARRIGA

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Este viernes un nuevo atentado en Alemania nos recordaba el quinto aniversario de la masacre cometida por un lobo solitario, Anders Brievick en Oslo, que mató a 77 personas. Desde entonces el concepto lobo solitario o actor solitario ha pasado a ocupar nuestras vidas relacionado básicamente con el terrorismo de etiología yihadista y sus atentados. Este calificativo, muchas veces contaminado por el excesivo uso en casos que no tienen nada que ver, hace referencia al hombre o mujer que actúa solo, sin pertenecer a ningún grupo terrorista ni bajo la influencia de ningún líder. Planifica él toda su operación y experimenta un proceso de autorradicalización de fuentes de ideología yihadista.

Las llamadas recurrentes a sus lobos solitarios por Mohamed al Adnani (portavoz de Daesh) en septiembre del 2014 y el pasado mayo han servido de detonador para algunos de sus seguidores en Occidente. En el comunicado instaba a atentar desde donde estuvieran, sin necesidad de notificar a la organización central el cometido y con la condición de que antes juraran fidelidad al grupo terrorista de forma pública.

Parece que esta llamada última de Al Adnani antes del mes de Ramadán ha causado efecto en jóvenes que comparten ideología con estos terroristas -aunque no son musulmanes practicantes-. La facilidad de acceder a información en internet de carácter radical les ha servido como mecanismo facilitador para expresar esa violencia contenida a cambio de saber que su martirio será publicado en las redes sociales. Convertirse en soldado del Califato en Occidente es hoy sumamente sencillo y rápido. No hace falta tener una ideología firme sobre la causa ni practicar un islam radical estricto, con solo hacer pública la vinculación es suficiente para morir como mártir. Si le añadimos rasgos de personalidad característicos, muchos de ellos presentes en los actores de los últimos atentados, tenemos una combinación explosiva.

TRES CASOS EN MENOS DE DOS MESES

En menos de dos meses, desde la llamada del portavoz de Daesh, tres jóvenes han accedido a morir matando por la causa de estos terroristas. Omar Mateen, autor del atentado en una discoteca de Orlando, ocasionó la muerte de 49 personas tras llamar al número de emergencia y jurar su fidelidad a Daesh. Mateen, titulado en justicia criminalística y con licencia para portar armas, pasó por diferentes empleos, cambios de vivienda y varios divorcios desde su posible homosexualidad. Larossi Abballa, de 25 años, perpetró el asesinato de un policía y su pareja con la toma de un rehén (su hijo de 3 años). Tras cometer delitos menores, fue captado a través de internet en el 2011 y llegó a pasar tres años internado por asociación de malhechores con vistas a preparar actos terroristas, como miembro de una red que se dedicaba a enviar yihadistas a Pakistán. Muhamad Riyad, de 17 años, autor de la agresión con un hacha en un tren regional al sur de Alemania, grabó su intención de atentar en un vídeo que los terroristas difundían horas después.

Los tres casos cumplen los requisitos del portavoz: «Atentar desde donde estés y con lo que tengas a mano», «no avises a la organización central de tu acción» y «haz pública tu fidelidad a Daesh». En cuanto a los rasgos que se repiten en la mayoría de estos jóvenes, encontramos una falta de control sobre la impulsividad, muchos presentan condenas por delitos comunes, de violencia, consumo de drogas o ludopatía, junto a una nula capacidad de manejarse ante situaciones adversas: divorcios, pérdida de trabajo… Todo hace que la falta de control les genere una frustración que se convierte en violencia contra él o los que consideran culpables de su situación. A estos rasgos le añadimos un discurso radical, accesible y fácil de llevar a la práctica a través de las redes sociales.

ATENTADOS DE POCA COMPLEJIDAD OPERATIVA

No olvidemos que estamos frente un terrorismo global que convive entre nosotros y que, muy lejos de parar, va a seguir manipulando, radicalizando y atentando para lograr sus objetivos. Cerrar los ojos a esta evidencia y no actuar contundentemente solo sirve para dar oxígeno a los asesinos. No somos pocos los analistas que coincidimos en que este tipo de atentados de poca complejidad operativa, pero con fuerte impacto por la cantidad de víctimas que arrastran, son difíciles de detectar y en consecuencia de neutralizar.

No obstante, ante esta oleada de lobos solitarios exprés deberíamos plantearnos si supone un cambio de estrategia por parte de estos grupos de etiología yihadista para atacar a Occidente más contundentemente, tras sus evidentes pérdidas territoriales en Siria e Irak, o si solo es una cortina de humo para distraer a las fuerzas de seguridad frente a un atentado a corto plazo aún de mayores repercusiones.