El turno

Los hombres antiguos y los otros

NAJAT EL HACMI

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Veo un hombre sentado desplazándose que sostiene una bombilla en una mano. Tanto si tiene una idea como si no, ¿será éste de los hombres antiguos o de los nuevos? Los de antes parece que vuelven con más fuerza que nunca y pueblan los titulares y los discursos de los últimos días. Los malos hombres de antes, se entiende. Son los que fanfarronean de haberse tirado a un par que de edad no llegan a sumar ni los 30 y después lo desmienten, pero conocemos de sobra sus estancias frecuentes en países donde ni la ley ni la pobreza ponen obstáculos para la satisfacción de sus deseos. Tienen esta forma, a veces, los hombres antiguos, la de los inconformistas que visitan con frecuencia países exóticos donde la carne no solo es más barata sino más variada y pueden ir satisfaciendo sus anhelos de coleccionistas sexuales. En ocasiones, estos hombres no pueden viajar, pero la montaña siempre puede venir a Mahoma y esperar a pie de carretera otrabajaren parques temáticos de la prostitución que han abierto empresarios con causas pendientes con la justicia por explotación sexual. Son los hombres que se amparan en la necesidad incontrolable de su deseo en unos tiempos en los que se supone que las normas morales ya no atenazan la libertad fornicadora de nadie, pero, ya se sabe, folla gratis quien puede y no quien quiere.

Mientras, un alcalde grosero convierte a la flamante ministra en víctima y la hace defendible incluso por los que no la soportan, y un escritor famoso tiene que ir matizando su voztwitteando, tan moderna, tan moderna que se hace eco de un pasado en el que llorar no era cosa de hombres.

A todo eso, ¿dónde están los nuevos hombres, a los que se les ponen los pelos de punta observando todas estas burradas? Pues están reaccionando sin tregua contra los antiguos malos hombres, y esta es la diferencia, que no hace tanto tal vez todo eso les hubiese parecido de lo más normal.