Análisis

Los estadounidenses no tragan el adulterio pero se tragan a Trump

Stormy Daniels, la actriz porno que tuvo relaciones sexuales con Trump poco después de nacer su hijo Barron.

Stormy Daniels, la actriz porno que tuvo relaciones sexuales con Trump poco después de nacer su hijo Barron. / periodico

MARTA LÓPEZ

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Los estadounidenses no tragan con el adulterio. Mientras que con el paso del tiempo han ido abriendo su mentalidad sobre otras cuestiones sociales, la infidelidad en el matrimonio sigue siendo el último de comportamiento para ellos aceptable de una lista que incluye el aborto, la pornografía, la poligamia, el suicidio o la clonación de seres humanos, según una encuesta que viene realizando anualmente Gallup. 

El último de estos sondeos, de junio del 2017, pone de manifiesto que solo el 9% de  los estadounidenses consideran las aventuras extramaritales moralmente aceptables, un porcentaje que apenas se ha movido en los últimos tres lustros (7% en el 2001). Pero no solamente eso. En al menos 12 estados de la Unión, el adulterio sigue estando considerado un delito penal. Menor, pero delito y castigado con multas.

Al presidente Bill Clinton, su relación con la becaria Monica Lewinsky estuvo a punto de costarle la presidencia. Fue juzgado por perjurio, por mentir sobre la naturaleza exacta de esa relación. El senador demócrata Gary Hart, que en 1988 era el candidato favorito a ganar la nominación y la presidencia, tuvo que tirar la toalla tras revelarse sus infidelidades. A saber qué hubiera pasado con John Kennedy si las balas de Dallas no hubieran truncado su vida y aventuras de forma prematura. 

Sin embargo, nada de esto va con Donald Trump, que en plena campaña electoral vio como salía a la luz el vídeo en el que denigraba a las mujeres, a las que presumía de «coger por el coño». Después, varias modelos y empresarias le acusaron de acosarlas sexualmente.  Y aún así, fue elegido presidente.

Comprando silencios

Hace dos semanas,  ‘The Wall Street Journal’ reveló que los abogados de Trump pagaron en el 2016, un mes antes de la elección, 130.000 dólares a la actriz porno Stormy DanielsStormy Daniels, nombre artístico de Stpehanie Clifford, para que no aireara la aventura que mantuvo en el 2006 con el magnate, solo cuatro meses después de que Melania diera luz a su hijo Barron.  Si a Clinton se le persiguió por perjurio -por la  frase «No tuve relaciones sexuales con esa mujer, la señorita Lewinsky»- como se llama que un candidato a presidente pague a alguien para comprar su silencio. ¿Cohecho? ¿Soborno? ¿Abuso de poder? 

Pero esta vez, la información ha pasado prácticamente desapercibida. Los mismos medios que llenaron páginas y espacios hablando de la mancha de semen en el vestido azul de Lewinsky y de los puros de Clinton en el  Despacho Oval, apenas se han fijado ahora en el relato de sus encuentros con Trump que Stormy Daniels airea ahora. Esta noche lo hará en televisión, justo después del discurso del estado de la unión, en prime time.

De incendio en incendio, Trump ha logrado que lo impensable sea aceptable. Son demasiados, demasiado gordos y demasiado frecuentes los escándalos en los que está envuelto. Parece como si los estadounidenses se hubiesen inmunizado ante el personaje O estuviesen anestesiados. A Trump se le deja pasar todo.  Y es muy preocupante.