EN CLAVE EUROPEA

Los débiles cimientos del proyecto europeo

ELISEO OLIVERAS

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La Unión Europea (UE) se encuentra sumida en una profunda crisis existencial que ha evidenciado los débiles cimientos de un proyecto de integración construido desde arriba, sin una participación activa de la mayoría de la población. Las políticas nacionales cortoplacistas que priorizan los dirigentes europeos y sus propuestas ilusorias para no afrontar los problemas exacerban las tensiones internas y externas que amenazan con resquebrajar toda la UE.

Los escasos resultados de la nueva cumbre europea son un ejemplo más de la tendencia a enmascarar con declaraciones huecas que los problemas se dejan sin resolver y se empujan hacia adelante, con lo que se agravan, como el insuficiente crecimiento, la desmedida precarización, el elevado paro, la crisis migratoria, la desconfianza ciudadana y la falta de solidaridad entre los países europeos.

La UE y sus mecanismos de gobierno estaban diseñados para periodos de crecimiento y prosperidad colectiva. Un amplio sistema de protección y justicia social aseguraba el respaldo de la población a un proyecto político que rige la vida cotidiana de todos los ciudadanos, pero que adolece de un grave déficit democrático: las normas son diseñadas por funcionarios que no responden ante nadie y las decisiones son fruto de los compromisos entre los intereses de unas élites alejadas de la gente.

La crisis financiera y económica iniciada en el 2008 supuso un mazazo para la UE del que aún no se ha recuperado. Desde entonces la acumulación de choques sucesivos ha fragilizado todavía  más el proyecto europeo: la crisis de la deuda, la quiebra griega, la ola de refugiados, la radicalización yihadista, el chantaje británico para no abandonar la UE, el autoritarismo y ultranacionalismo de Hungría y ahora del nuevo Gobierno polaco...    

La política de austeridad impuesta por la cancillera alemana, Angela Merkel, y la Comisión Europea ha impedido una recuperación económica firme y sólo la intervención en última instancia del Banco Central Europeo (BCE) ha evitado una tercera recesión. Las deudas privadas de los bancos han sido asumidas por los estados y ahora son de todos los ciudadanos. La política de ajustes ha conducido a un drástico recorte de la protección social, ha empobrecido a la población y ha diluido la legitimidad social sobre la que sostenía el proyecto europeo. A causa de esa política,  numerosos ciudadanos ven ahora con recelo o con abierta hostilidad a las instituciones europeas y los partidos de extrema derecha han podido ampliar su base electoral.

El draconiano plan impuesto a Grecia en julio, tras su rebelión contra la Comisión Europea y Merkel, adquirió la forma de castigo ejemplar para disuadir cualquier otro intento de disidencia de la política económica oficial, pese a que no da los resultados prometidos. Las amenazas, la rudeza de las discusiones y el extremismo del 'diktat' a Grecia han abierto profundas heridas políticas y han dado un impulso adicional a las fuerzas euroescépticas, populistas y extremistas.

En medio de este ambiente enrarecido, los errores acumulados en la política exterior alcanzaron de pleno a la UE con la llegada de la ola masiva de refugiados este verano. La nueva crisis, que permitió a Merkel lavar su imagen tras el Versalles griego, ha mostrado aún más la absoluta insolidaridad entre los miembros de la UE y su incapacidad de afrontar ese reto, como si las vallas y los guardias pudieran detener un movimiento de poblaciones de esa dimensión.

REFORZAR LAS FRONTERAS

Tras la negativa de la mayoría de los países a aceptar refugiados, las sucesivas iniciativas impulsadas desde Bruselas van hacia reforzar las fronteras y a crear centros de acogida en Grecia e Italia. Esos centros, que se convertirán en campos de concentración para los inmigrantes, quedarán rápidamente saturados y  pueden acabar de desestabilizar a Grecia. La esperanza ciega depositada por la UE en que Turquía impediría a los refugiados alcanzar el territorio europeo se ha revelado infundada,  a pesar de que los dirigentes europeos aceptaron todas las exigencias de Ankara y cerraron los ojos a su colaboración con grupos yihadistas que son una amenaza para Europa.

Si la UE no demuestra que es capaz de proteger el bienestar de sus ciudadanos y de resolver en común los retos que plantea la creciente desarticulación del orden internacional, perderá su razón de ser. "No me hago ninguna ilusión para el 2016", declaró ayer el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. Una frase que resume el estado de Europa.